Rescatar la memoria.

Rescatar la memoria.

28/6/14

La identidad en una maleta.

"La intuición del fin de los tiempos es otro rasgo de la poética del exilio. Todo escritor que pierde su tierra de origen penetra en   el campo apocalíptico.
El paraíso ha sido sellado: las fuerzas del mal han dado lugar a la destrucción, la monstruosidad, lo grotesco, lo incongruente, lo desorbitado y lo anómalo. Su obsesión será hallar un rincón de orden en el caos circundante."
Angelina Muñiz Huberman


En el imaginario colectivo del exiliado, aquella re-emigración a América viene a menudo asociada a los nombres de los “buques de la esperanza”: aquellos barcos utilizados para transportar a un gran número de refugiados españoles hacia tierras hermanas en el período convulso de 1939 a 1940. Nombres como Flandre (312 exiliados),Sinaia (1.599), Ipanema (900) o Mexique (2.067) para el caso de México, Winnipeg (2.200) para Chile, Massilia en Argentina o el Stanbrook para Orán, significaron no solamente un pasaje a la esperanza sino un vivo recuerdo que marcó el inicio de una vida nueva en un lugar lejano.

Muchos otros factores sobrevinieron al exiliado al finalizar la guerra. Tantos. Los que no pudieron volver fueron olvidados por la España franquista, iniciándose una nueva vida en lugares distintos y con culturas y lenguajes diferentes en algunos casos, en otros no. Para ellos el exilio supuso una salvación a la propia vida y les ofreció nuevas oportunidades que una España sumida en un período de oscurantismo, tabúes varios y represión no les hubiera podido ofrecer. Muchos vivieron con el permanente deseo de un retorno inmediato, menguado en el tiempo. El desarraigo formó parte de sus vidas y los recuerdos, más allá de los recogidos en una maleta, unidos a la experiencia del exilio dio lugar a una memoria colectiva e identidad de grupo.
Autor: Lidia Bocanegra 

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