La despedida de Cortázar “Nos quedamos mirándolo desde cuatro o cinco metros, mientras hacíamos como que nos interesaban las revistas del kiosco o las chicas que pasaban con blusas de bambula. Ya se sabe, uno admira a un escritor en silencio, y a relativa distancia, sin invadirlo.” |
Julio Cortázar estaba recostado contra una columna, mirando la lontananza, como un vigía oteando el mar, sólo que en Corrientes, casi Montevideo, una noche de aquel diciembre en que parecía que todo estaba por empezar. Pasé apurado, con mi carterita de periodista de principios de los ‘80 en la sobaquera, pero lo miré unos segundos de más, con curiosidad, sin que él lo advirtiera. Llegaba tarde a la cita con un amigo, y que Cortázar estuviese mirando la nada desde su altura considerable era algo notable pero no taaaaaaan anormal, como parece ahora veinte años más tarde. Mi amigo Nene Avalos –el grandote de Markama– estaba sentado a una mesa cercana a la puerta más chica de La Paz, rodeado de pulóveres peruanos y poleras negras. Le dije como al pasar que Cortázar estaba parado unos metros más allá. Vamos, me dijo. Alguien lo reconoció, y aquella gente alegre se detuvo, giró y se quedó mirándolo a él, gritándole vivas y bravos. Cortázar caminó muy erguido hacia la cabecera de la marcha, habló unos minutos a los gritos con los que tenían la fortuna de alinearse en las primeras filas, y en lugar de volver a su posición de vigía se puso al frente de la marcha y se perdió rumbo a Callao. Nosotros volvimos a tomar café. Los asesores del presidente le susurraron al oído que era muy de izquierda hablar con el autor de Rayuela, “Casa tomada” y “El perseguidor”. Cortázar se murió en febrero del año siguiente, en París, un día en que Buenos Aires se llenó sorpresivamente, contaron los diarios, de mariposas gigantescas de procedencia inexplicable. Aquel diciembre había sido su despedida de la ciudad, pero nadie lo sabía. Ni siquiera él. El presidente Alfonsín todavía repetía sus slogans de campaña: con la democracia se come, se cura y se educa. Han pasado veinte años y nada es como entonces, salvo la ilusión. CARLOS POLIMENI. Qué triste mediocridad la del presidente.... Les hizo caso a los " asesores" que no saben asesorar y perdió la magnífica oportunidad de hablar con el querido Cronopio. |
Rescatar la memoria.
12/2/21
"La despedida de Cortázar." Por Carlos Polimeni.
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