“Ni una menos” sólo puede ser el resultado de un trabajo de hormigas culturales que desparramen por la faz de la Tierra que a las mujeres se las ama o se las olvida o se les discute o se las seduce o se las evita, pero no se las mata.
Es el “no matarás” cultural que tenemos que desarrollar juntos, entendiendo que las frustraciones masculinas pueden tener muchos destinos, pero jamás el cuerpo de una mujer.
Y entendiendo también que esa violencia que termina en feminicidio no sale de la nada ni brota por generación espontánea o como un acceso de crueldad sin explicación.
El feminicidio tiene explicación. Y empieza a germinar ahí donde el cuerpo femenino es una cosa para ser consumida, ahí donde el cuerpo de una mujer es mercantilmente separado de su ser, y expuesto, visto, percibido como un envase que puede ser usado para el propio placer o como basurero de la personalidad de otro.
Empieza a germinar ahí donde un hombre o una mujer creen que los varones tienen preeminencia o supremacía sobre las mujeres. Que su punto de vista importa más, que su voluntad tiene más peso, que sus cualidades son mayores. Arranca en ese malentendido cultural que hemos decidido colectivamente condenar.
Puede ser una anécdota si se diluye, o una refundación de nuestra idiosincrasia.
Para esto último, hay que seguir insistiendo.
Sandra Russo.
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