Rescatar la memoria.

Rescatar la memoria.

28/4/15

"Por el Buen Vivir.".

"Se sufre  mucho racismo 
y mucha mirada que
 desprecia y discrimina"
Moira Millan
moir

El 21 de abril se realizó la Marcha de Mujeres Originarias frente al Monumento de Julio Roca para proponer un Consejo por el Buen Vivir. 
Las mapuches, wichí, qom y guaraníes, entre otras, denuncian violencias que terminan en feminicidios a ancianas y adolescentes para callar sus tradiciones y demandas y las consecuencias de la contaminación de empresas transnacionales en sus cuerpos y territorios, además de las ligaduras de trompas sin su consentimiento.
 La activista mapuche Moira Millan denuncia éstas y otras atrocidades contra las mujeres (a las que dice que en el imaginario ni siquiera son consideradas mujeres) y presenta una propuesta en donde las indígenas no son víctimas a las que asistir sino personas con sabiduría para escuchar.


Moira Millan podría pasar indiferente por la Ciudad de Buenos Aires. No hay casi nada que la diferencie de otras tantas mujeres. Nada que no sea su decisión de hacer brillar la diferencia. No hay tan pocas que tengan rastros, como ella, de rasgos indígenas en su rostro.
 Pero es Moira la que decidió que su identidad sea orgullo y no quede solapada sino enmarcada en los ojos negros enmarcados para mirar el mundo. Por eso su cuerpo se mueve nómade –como sus antepasados– entre la ciudad, el mar y la montaña. Y es su escudo plateado, macizo, noble y plata el que le enmarca el cuerpo custodiado por sus ancestras en forma de polleras sobre su pecho y en los eslabones que la hacen mujer y madre y la esperan para ser abuela.
 Moira es docente de mapuche que, en lengua propia, es mapudungun y, entonces, las palabras se pueden vestir de propias, antiguamente nuevas y exactamente bellas. Su vestido es küpan, su faja triariwe, los prendedores tupu y la platería que la cubre y refleja es rütram.
Su abuela materna era tehuelche, que en realidad es lengua aonikash, pero quedó fichada como Margarita Burgos para que el documento no dejara rastros de pertenencia. Su abuela paterna era mapuche y su apellido asienta que Selmira fue Prafil. Su primera hija, Violeta, vislumbra el color que cambia la mirada y ahora ella estudia Historia en La Plata. Juan, de 19 años, tiene nombre sencillo y complejiza el lenguaje con poesías, rap y activismo. Sus dos últimas hijas son fruto de su decisión de nombrarse y nombrarlas: Llanka tiene 16 años y Raintuy 14 y viven, ahora como ella, en Puerto Madryn. Pero saben que vivir no es quedarse sino moverse, como su madre, y auguran un año mirar al mar y otro, el que viene o lo que vendrá, volver a la montaña.
Aunque hay un lugar al que Moira ya no puede volver, ni su hija mirar, ni sus nietos conocer. Moira parió a Llanka al pie del lago Futalaufquen, frente a un árbol frondoso que ya no está. El fuego arrasó con el árbol la historia, la placenta palpitante de los pujidos en el aire. Los incendios en los bosques patagónicos, que Moira atribuye a intereses financieros para desproteger las tierras y favorecer negocios de transnacionales, son parte de las razones que la trajeron a Buenos Aires.

“La idea surgió hace tres años en un encuentro del barrio toba de Rosario; las hermanas qom me contaban que sus hijos adolescentes no pueden estar en el centro a una hora determinada porque la policía los persigue. Y cuando les pregunté cómo las ven los hombres blancos me dijeron: ‘No nos ven ni siquiera como mujeres’. Me di cuenta de que ni somos mujeres en el imaginario de los argentinos. ¿Somos animales de carga?, ¿qué somos? Ahí surgió hacer una marcha no de protesta sino de propuesta del buen vivir.”
Moira es la coordinadora de la marcha, pero no se siente parte de una ciudad que la desinvita a sentirse parte: “A los condicionamientos sociales se sumó un condicionamiento físico de cuánto tienen que medir tus senos y tu cola. La cosificación llegó a la demencia más terrible y violenta. Entristece mi espíritu que muchas mujeres en vez de interpelar las cadenas salimos a la maratón para lograr lo que pretenden físicamente de nosotras. Afortunadamente hay mujeres que le dan una cachetada al patriarcado y empiezan a desandar ese camino”.

¿Cómo te recibe Buenos Aires frente a tu identidad mapuche?

–Sufro mucho racismo y mucha mirada que desprecia y discrimina. Cuando estoy bien de espíritu me hago las trenzas y siempre trato de usar ropa con identidad. Las trenzas en Buenos Aires se han convertido casi en algo subversivo. 
 ¿Cómo le explico a un comerciante que mi espíritu cabalgó y fue feliz en el mismo territorio en el que él tiene su negocio? Yo manejo el idioma del conquistador, el castellano, y he ido con las hermanas qom, que están acampando, y he vivido la mirada despreciativa.
 Hay un imaginario racista donde no sólo han borrado a los pueblos originarios sino que lo han afeado. La mujer originaria significa fea, pobre, salvaje, bruta, sucia, ignorante, desarreglada.
Fuente: Página 12
"Las trenzas en Buenos Aires 
se han convertido casi en algo subversivo." 

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