Extraño la Cruz del Sur
cuando la sed me hace alzar la cabeza
para beber tu vino negro medianoche,
y extraño las esquinas con almacenes dormilones
donde el perfume de la yerba tiembla en la piel del aire.
Comprender que éso está siempre allá
como un bolsillo donde a cada rato
la mano busca una monda, el cortapluma, el peine,
la mano infatigable de una oscura memoria
que encuentra sus muertos.
La Cruz del Sur el mate amargo,
y las voces de amigos
usándose con otros.
(Cuando escribí este poema todavía quedaban amigos en mi tierra; después los mataron o se perdieron en un silencio burocrático o jubilatorio, se fueron silenciosos a vivir al Canadá o a Suecia o están desaparecidos y sus nombres son apenas nombres de una interminable lista. Los dos últimos versos del poema están limados por el presente: ya ni siquiera puedo imaginar las voces de esos amigos hablando con otras gentes. Ojalá fuera así. ¿Pero de qué estarían hablando, si hablan?) ( De Cortázar.)
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