"Me gustan los pueblos chicos de gesto antiguo
con gente que da la mano y saluda al sol
que sabe ganar la vida y ganar la muerte
con gente que planta un árbol y enciende amor."
Hamlet Lima Quintana.
«Sin memoria no se puede escribir», dijo Ernest Hemingway poco tiempo antes de su muerte. Pero no se refería exclusivamente a la memoria que almacena los conocimientos adquiridos sino también, y especialmente, a la memoria de los ancestros, aquella yacente en los meandros y recovecos de la subconsciencia, así como a la más combatida
por los poderes dominantes: la memoria popular.
A todas estas memorias, que en su conjunto constituyen La Memoria, rescata Armando Tejada Gómez en Los Telares de Sol, último libro -es de presumir que inconcluso- que ahora se edita después de su reciente fallecimiento. Allí transcurren las tragedias y los sucesos de la conquista y avasallamiento de América de una manera, diría, mágica. Rescata voces, palabras, todo un pensamiento cosmogónico del aborigen, elementos que han quedado aprisionados, apretados contra el horizonte o en el último recodo de la memoria ancestral. Creencias, mitos hasta lo profundo del pensamiento religioso, punto de partida de la vida social de los distintos asentamientos tribales americanos. Es mucha y muy densa la obra de Armando Tejada Gómez donde nada sale de contexto: todo tiene una unidad monolítica.
Como siempre ha sido en la historia del arte, en la tarea de los grandes creadores. Los Telares del Sol es un libro que se inscribe en las más altas cumbres de la poesía americana, llega, duele, conduele, lucha y enciende una esperanza en este dolido continente o, si se prefiere, en este desmantelado subcontinente.
Hamlet Lima Quintana.
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