Les arrancaron todo.
Les tiraron los caballos encima, los gases, la montada.
Los cuerpos al mar.
Los hijos que no volvieron nunca a casa.
La sangre.
Los Falcon verde.
Los vecinos cerrando la ventana.
Ya dolieron las piernas.
Ya salieron de noche.
Ya salieron de día.
Ya 25 millones de argentinos jugaron el mundial, derechos y humanos mientras corría sangre y los gritos de la ESMA no se oían de tanto festejar los goles.
Ya parieron encapuchadas, a tientas, tantas compañeras.
Ya los ojos vendados y el silencio.
Ya la carne arrancada del vientre.
Ya el desprecio de adentro mientras afuera se sabía.
Ya pasaron por todo.
Y pasaron por todos, de un modo o de otro.
Las locas de la plaza.
Las del pañuelo blanco, que empezó siendo pañal, después memoria.
Las del amor y la tenacidad en los ovarios.
Las que se metieron donde nadie se metía, cuando nadie se metía.
Las buscadoras.
Las tercas.
Las guerreras.
Las mujeres del siglo.
Las que van a quedar en la historia porque HICIERON la historia.
Las del país del no me acuerdo ¿te acordás?
Las resistidoras del espanto.
Las que volvieron de la muerte para decirnos: resistí.
LAS MADRES.
De la plaza.
Y de un país.
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