Prisa. Siempre andando con prisa .
Para llegar al laburo. Para llegar al super.
Para llegar al banco. Para llegar ....
En medio de tantas prisas miramos pero no vemos.
No vemos las imágenes cotidianas que nos atraviesan
y tienen la capacidad de conmovernos.
Detener la marcha de tanto en tanto nos permite captar
postales de gestos que pasan desapercibidos.
Postales que pueblan de sol la sensibilidad y ponen en evidencia
que , a pesar de la pandemia, estamos vivos.
Miramos pero no vemos.
Ver. Para conectarnos con ese mundo que palpita en derredor
y capturar la ternura que se desplaza en insólitos cuadros
de profunda belleza.
La belleza del " sentir".
Ese " sentir" tan devaluado del que hablaba Benedetti.
Ese sentir condenado a la clandestinidad.
Vivenciar en medio de apuros y borrascas la magia de seres
que se cruzan en el camino y nos muestran la olvidada costumbre
del cobijo, del amparo en pleno desamparo, del abrazo en épocas de distanciamiento social,
de mascarillas y de falta de empatía.
Bien vale detener el paso para abrir las compuertas de la emoción.
Y seguir aprendiendo que la vida late en quienes no cierran los ojos
ni miran para otro lado,
en quienes ven brazos y manos que abrigan,
regazos que albergan y protegen,
modorras compartidas que no distinguen diferencias de ninguna índole .
Lo exterior no necesita moños
ni oropeles para sorprendernos .
En lo interior germina la esencia de lo
que realmente somos...
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