Rescatar la memoria.

Rescatar la memoria.

13/4/18

"Los milicianos de 1936." Antonio Machado


I

"Después de puesta su vida
tantas veces por su ley
al tablero..."

¿Por qué recuerdo yo esta frase de don Jorge Manrique, siempre que veo, hojeando diarios y revistas, los retratos de nuestros milicianos? 
Tal vez será porque estos hombres, no precisamente soldados, sino pueblo en armas, tienen en sus rostros el grave ceño y la expresión concentrada o absorta en lo invisible de quienes, como dice el poeta,
 «ponen al tablero su vida por su ley», 
se juegan esa moneda única –si se pierde, no hay otra– por una causa hondamente sentida.
La verdad es que todos estos milicianos parecen capitanes, tanto es el noble señorío de sus rostros.
II
Cuando una gran ciudad vive una experiencia trágica, cambia totalmente de fisonomía, y en ella advertimos un extraño fenómeno, compensador de muchas amarguras: la súbita desaparición del señorito.
 Y no es que el señorito, como algunos piensan, huya o se esconda, sino que desaparece –literalmente–, se borra, lo borra la tragedia humana, lo borra el hombre.
 La verdad es que, como decía Juan de Mairena, no hay señoritos, sino más bien «señoritismo»,
 una forma, entre varias, de hombría degradada,
 un estilo peculiar de no ser hombre,
 que puede observarse a veces en individuos de diversas clases sociales,
 y que nada tiene que ver con los cuellos planchados,
 las corbatas o el lustre de las botas.
III
Entre nosotros, españoles, nada señoritos por naturaleza,
 el señoritismo es una enfermedad epidérmica,
 cuyo origen puede encontrarse, acaso,
 en la educación jesuítica, profundamente anticristiana
 y –digámoslo con orgullo– perfectamente antiespañola.
 Porque el señoritismo lleva implícita una estimativa errónea y servil, que antepone los hechos sociales más de superficie –signos de clase, hábitos e indumentos– a los valores propiamente dichos, religiosos y humanos.
 El señoritismo ignora, se complace en ignorar –jesuíticamente–
 la insuperable dignidad del hombre.
 El pueblo, en cambio, la conoce y la afirma,
 en ella tiene su cimiento más firme la ética popular.
 «Nadie es más que nadie», reza un adagio de Castilla.
 ¡Expresión perfecta de modestia y orgullo! 
Sí, «nadie es más que nadie» porque a nadie le es dado aventajarse a todos, pues a todo hay quien gane, en circunstancias de lugar y de tiempo.
 «Nadie es más que nadie,
 porque –y éste es el más hondo sentido de la frase–,
 por mucho que valga un hombre,
 nunca tendrá valor más alto que el valor de ser hombre."

Antonio Machado .
- 1936 -

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