" Los pobres siguen poniendo los muertos"
Estaba en Villa Mascardi para acompañar a algunos familiares en la comunidad desalojada.
A la una y media de la mañana del recién comenzado domingo, María Nahuel llegó a la humilde casa de la familia de Rafael, en el barrio Nahuel Hue. Llevaba la peor noticia: el joven asesinado por la Prefectura durante la represión en la comunidad en Villa Mascardi era Rafael Nahuel.
Los padres de Rafael y su hermano menor de sólo 12 años enmudecieron y se abrazaron. A las dos de la mañana los recibió el Juez Gustavo Villanueva, pero no los dejó ver el cuerpo.
Rafael no era militante mapuche. La rama paterna de su familia, sí.
Su tía, María Nahuel fue una de las detenidas durante el desalojo
del pasado jueves.
Hasta la comunidad Lafken Winkul Mapu había ido Rafael para
acompañar a familiares y amigos.
En una casilla de palos y nylon lo sorprendió el avance represivo
de la Prefectura. Lo mataron de un tiro.
“Vivía en una casa y una familia muy vulnerada, muchos problemas”,
coinciden en contextualizar todos los referentes de organizaciones
que compartieron actividades y proyectos con Rafael Nahuel.
Flaco, hermano del medio, laburador, Rafael participaba del proyecto
Semillero del Colectivo Al Margen, donde aprendía el oficio de carpintería,
luego del almuerzo y el fulbito diario.
Este año había comenzado a participar de esa actividad,
y con la misma organización conoció el distante Cerro Catedral,
bajo el programa Esquí Social.
Rafael Nahuel “hacía changas con todo lo que había aprendido”,
cuenta Alejandro Palmas, referente de Al Margen.
Fue Alejandro el que a las 22,30 horas del sábado llevó a su vivienda
en el Alto de Bariloche a la familia de Rafael,
luego de varias horas en la puerta del Hospital.
Les compró unas empanadas y los acompañó
hasta que a la 1,30 María Nahuel llegó con la noticia.
“Es un pibe re de barrio, changueaba como podía para ayudar a la familia”,
recuerda Alejandro mezclando los tiempos presente y pasado.
¿Por qué estaba en la comunidad?: “Iba a ir un rato al campo,
le dijo a la familia, a acompañar a algunos familiares y amigos.
No era militante mapuche, pero tenía clara la lucha territorial
que se estaba dando.
Cada tanto participaba de algunas ceremonias”, rememora Alejandro.
Hincha fanático de Boca, jugaba al fútbol en cuanto potrerito había
en los barrios del Alto.
Mientras caminaba por esas calles de tierra, levantaba todos los fierros
que encontraba, para hacer algún chulengo o parrilla.
“Era muy buen soldador”, explica Fernando Fernández Herrero,
referente del San José Obrero,
una fundación que trabaja en la integración de los chicos de la zona.
En 2011 Rafael se acercó a la experiencia popular denominada
Alto Construcciones –que luego derivó en el San José Obrero–,
un espacio para el aprendizaje de oficio,
la contención y la búsqueda de una salida laboral
para los jóvenes de los barrios más vulnerados de Bariloche.
Con sólo 15 años, Rafael participaba de un grupo de la capilla
del Nahuelo Hue, y desde allí llegó al proyecto Alto Construcciones.
“Rápidamente aprendió el oficio de herrero,
le ponía muchas ganas al taller”.
Tantas que, sin llegar a ser un capacitador,
se convirtió en un líder del grupo.
Fernández Herrero le dice Rafita. “Era muy flaquito Rafita”, dice.
“Era el típico pibe de familia muy golpeada que anda por la calle solo
y que se las arregla como puede.
Muy buen pibe”, dice, y suma a Rafael a la larga lista de jóvenes,
pobres y del Alto que murieron en los últimos años.
En distintas circunstancias murieron,
pero siempre son jóvenes, pobres y del Alto.
Rafa siempre andaba con su mejor amigo, otro pibe de su edad,
otra historia del Alto de Bariloche.
Murió hace aproximadamente un año, como tantos jóvenes del Alto.
Un año después a Rafael lo mató la Prefectura.
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