Rescatar la memoria.

Rescatar la memoria.

4/7/17

Farándulas de la intolerancia en la televisión argentina: Intragables.Por Fernando Buen Abad

" Uno sabe que la burguesía adiestra a sus lebreles
 para que salgan por todos los frentes
 a combatir cualquier idea que no admita 
la hegemonía del capitalismo contra los seres humanos. "
Fernando Buen Abad.
Atrincherados en esa especie de egolatría burguesa
 a la que ellos llaman “periodismo”, desfilan todas las canalladas
 ideológicas que la oligarquía ha sabido financiar para cultivar
 opinadores serviles al mercado.
 Dicen que son muy “plurales” cuando la mayoría son parciales
 y anti estado. 
Son autoritarios, parvularios e ignorantes que camuflados como
 “libres pensadores” inoculan en público su verborrea de 
cortesanos conspicuos. 
No aprobarían un examen elemental en ninguna escuela
 de periodismo.
 Dicen conocer de “política” y de “políticos” pero de la clase 
trabajadora, de sus intereses emancipatorios, de las luchas 
de los pueblos y de las miserias que fabrica el capitalismo -a diario-
 minuciosamente omiten toda referencia.
 Ése es su mejor retrato.
La fuerza que los sostiene en las pantallas no es su lucidez,
 no es su audacia informativa, no es su talento politológico
 sino los anunciantes que pagan por esas vociferaciones
 estereotipadas con que salen a exhibirse los “periodistas”
 tarifados por la farándula del subjetivismo reaccionario.
 La decadencia misma. 
No hay emisión en la que, con el pretexto de la “libertad de expresión”
 (de ellos) no saboteen al pensamiento crítico,
 al pensar en disenso o a las consignas de base popular.
 A la primera afirmación critica saltan al unísono (como hienas)
 para sepultar con interrupciones, “chicaneadas”, risas burlonas
 o gesticulaciones descalificadoras, la voz siempre
 en desventaja de los invitados presos de las celadas 
consuetudinarias e intragables.
 Por ejemplo, es un emblema patronal inequívoco
 cómo el conductor quita y da el micrófono.
Pero lo más deleznable suele ser la hipocresía,
 la mascarada
 y la puñalada planificadas para descargar los odios que,
 a raudales, chorrean por las pantallas.
 El acuerdo tácito o explícito radica en hacer parecer 
sus vociferaciones altaneras como reglas
 de una “democracia” de la palabra en la que ellos deciden 
el momento de dar la tarascada silenciadora 
contra el que opina diferente. 
Se les puede tomar el tiempo.
 Se trata de una vieja trampa practicada añejamente
 en los laboratorios de la intolerancia más rancia.
 Pero éstos lo repiten como una “novedad” que vende publicidades.
 Y su utilidad coyuntural debe cobrar mucho por eso.
Uno no se engaña.
 Uno sabe siempre que la lucha de clases tiene escenarios
 muy diversos (incluidos los programas de televisión)
 en los que se disputa sentido y en los que se agudizan
 las contradicciones sociales todas.
 Uno no se engaña y sabe que la burguesía adiestra
 a sus lebreles para que salgan por todos los frentes
 a combatir cualquier idea que no admita la hegemonía
 del capitalismo contra los seres humanos. 
Uno no se engaña y sabe, muy bien, de qué maneras
 los vendedores de noticias han creado mercados de falacias
 donde a punta de gritos, ofensas y canalladas de todo género
 se trata de silenciar la expresión de lo popular en sus
 sentidos más revolucionarios. 
Y justamente porque uno sabe todo eso es por lo que debe 
denunciarlo y no tragárselo tal como se lo empaquetan o se lo imponen.
Es verdad que uno puede siempre cambiar de canal
 (para ver lo mismo en otro canal) y también puede no cambiarlo
 para desmontar críticamente las argucias planificadas para mentirnos.
 Uno puede elegir, también, entre ejercer su derecho a cuestionar
 los intereses y los “ingresos” de esas operaciones ideológicas
 burguesas disfrazadas de “periodismo” y las consecuencias
 que eso tiene cuando se mezclan el odio y la falsedad
 como cóctel nocturno para mandarnos a dormir en la desolación
 y atemorizados porque si uno opina diferente a esos “periodistas”
 comenzarán a gritarle y a silenciarlo con el repertorio 
de bajezas con que ellos trabajan a diario y cobran de lo lindo. 
Porque cobran. No hay duda.
Ellos dicen que tienen derecho a ser y hacer del “periodismo”
 que inventaron lo que les dé la gana porque
 trabajan para empresas privadas y para el mercado de las noticias. 
Creen que éso les autoriza una extraterritorialidad 
moral o ética desde donde su estulticia dicta cátedras.
 Ellos creen que éso es incuestionable e intocable
 y ellos hacen lo indecible por defender su trinchera
 de impunidad a toda costa y costo. 
Nosotros no le creemos a esa fórmula mercenaria
 ni a ese periodismo de mercaderes.
 Ya hemos visto sus fechorías en la historia
 de las comunicaciones dominadas por el capitalismo.
 Simplemente no lo tragamos.
Es otro el periodismo que los pueblos necesitan y alientan.
 Es otra la necesidad de la verdad y la urgencia
 de la ciencia en las tareas de una comunicación social libre
 de mercachifles y petulantes de turno.
 Es muy otra la necesidad de un periodismo de base inspirado
 en el pensar, el sentir y el malestar de los pueblos
 y no la retórica de las cúpulas empresariales 
travestidas de “políticos” y sus escribanos de gatillo editorial fácil.
 Argentina dio pasos enormes en su soberanía comunicacional
 con leyes anti-monopolios de raíz histórica espléndida 
y valor estratégico en la revolución comunicacional
 que necesitamos todos.
 Ése es uno de los blancos donde se concentra el odio oligarca 
para arrebatarle al pueblo argentino
 una de sus más preclaras conquistas.
 El pueblo tendrá la palabra. 
Para ellos este tema es intratable.
 ¿Nos negarán el derecho a opinar sobre esto libremente?
Fuente:Rebelión.

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