Rescatar la memoria.

Rescatar la memoria.

13/4/16

"Federico".

Lorca
En 1931, en medio de las grandes conmociones sociales y políticas que dieron nacimiento a la República Española, Lorca fundó y dirigió el teatro universitario 'La Barraca'. 
Allí presentó sus adaptaciones modernas de 'Fuenteovejuna' y 'La dama boba', de Lope de Vega, así como de otras obras de Calderón y Tirso de Molina, todas ellas con éxito resonante por su belleza, llena de pasión andaluza.

Durante los años de 1933 y 1934 viajó por Argentina y Uruguay, dictando conferencias y estableciendo contactos literarios con los intelectuales del Cono Sur.

Federico García Lorca amó a la República y escribió algunos poemas, llenos de gracia y afilada ironía, contra las fuerzas reaccionarias de su país.

 Al estallar la guerra civil, en 1936, Granada fue una de las primeras ciudades en caer en manos de las fuerzas insurrectas.
 Atrapado por los franquistas, a pesar de la protección que le brindaban amigos pertenecientes a ese bando, fue asesinado en las afueras de Granada.

 Lo odiaban. 
Lo odiaban porque amaba la vida.

Lo odiaban porque había tomado partido por la causa del pueblo.
 Y todavía lo odian por eso. 
Ahora, al cumplirse los 100 años de su nacimiento, las ceremonias de recordación en todo el mundo también se han visto ensombrecidas por manifestaciones de odio, infames y mezquinas. Es la España Negra, la del inquisidor Torquemada y la del falangismo que grita '¡Viva la muerte!', que siempre vela y nunca duerme, que siempre busca la ocasión para escupir en el rostro a la otra España, la del trabajo y el sudor, la de la vida, la de la música alegre, la pasión ruda y el ingenio sutil.
La obra de García Lorca es difinitivamente popular.
 Probablemente no hay ningún poeta español más popular que él. 
Los habrá más grandes, porque la poesía española tiene legiones de gigantes.
 Pero no hay ninguno tan cerca del corazón del pueblo como él, y por eso, es en su poesía y solamente en ella que el Niño Jesús baja a la orilla del río a jugar con los gitanos, que los niños salen por la noche a conversar con la luna, y que en la noche oscura de los pobres, allá muy lejos del río, hay horizontes de perros que dan sentido, calor y belleza a la existencia de los que nada tienen. 



Carlos Vidales (c)

Estocolmo, julio de 1998.

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