"La literatura es el arte
de vulnerar las leyes
del espacio y del tiempo"
B. Prado
Por Silvina Friera
Reportaje.
Cuando tenía dieciocho años, empezó a escribir imitando los poemas-canciones de Bob Dylan. Después trató de emular a Rafael Alberti, hasta que luego de un largo camino consiguió ser él mismo. Hay que subir por una delgadísima montaña para llegar hasta la cara de Benjamín Prado. Su aspecto tiene un aire de familia con su admirado compositor y poeta estadounidense. A pesar de que el escritor español tiene una semana agitada en Buenos Aires –ya participó del Festival Internacional de Poesía, pero le esperan un homenaje a María Teresa León y Alberti y el panel “Pensar la democracia”, entre otras actividades–, su mirada, tanteando y acomodándose al nuevo orden, intenta esquivar el cansancio del viaje y el cambio de horario.
El autor de"Mala gente que camina" (Alfaguara), novela en la que un profesor de secundaria, Juan Urbano, investiga a una olvidada escritora de la posguerra española –una tal Dolores Serma, que parece tan auténtica que más de un lector desprevenido puede pensar que existió– que fue capaz de denunciar, desde la escritura de una novela titulada
Óxido, el robo de los niños republicanos que fueron entregados a familias afines al régimen, confiesa que siempre supo que tendría que presentar esta novela en la Argentina.
“Vengo para quitarles el peso de encima –dice con una mirada burlona—. España fue el laboratorio de todos los horrores del siglo XX: niños robados, campos de concentración, trabajos forzados, muertos en cunetas o lanzados al mar. En España hubo campos de concentración hasta 1962. Pero nadie quiere oír hablar de eso. España es un país que manda a enjuiciar a los militares argentinos y chilenos y no deja que enjuicien al franquismo”, subraya Prado en la entrevista con Página/12.
–Al principio creí que Dolores Serma era una novelista que realmente había existido, que mientras Carmen Laforet escribía “Nada”, Serma hacía lo mismo con su supuesta novela Oxido. Hasta busqué en Google. ¿Cómo se le ocurrió este personaje?
–Hasta ha habido editoriales que me han llamado para decirme que publicarían Óxido y estoy muy orgulloso... Casi todos los periodistas me han dicho que han buscado en Google; Caballero Bonald estaba tan extrañado que revisó sus memorias otra vez para comprobar que Dolores Serma no estaba, y a mí me pareció un gran piropo. Trabajé el personaje de Dolores Serma como en las novelas de Galdós.
El metía un personaje de ficción en medio de la historia y se transformaba en una especie de gota de tinta que lo manchaba todo, y los personajes reales tenían que comportarse como seres de ficción y el personaje de ficción tenía que convivir con los personajes reales.
–¿Por qué decidió en cierto modo también hacerle un sentido homenaje a Carmen Laforet en la novela?
–En España, mientras vivía el “funeralísimo”, como lo llamaba Alberti a Franco, hubo mucha gente que juraba tener una novela genial en el cajón.
Claro, no se podía publicar, pero el caso es que murió el dictador y las novelas no aparecieron. Pero con o sin dictador, Carmen Laforet publicó Nada; Sánchez Ferlosio El jarama; Martín-Santos Tiempo de silencio y Ana María Matute Los hijos muertos.
Cuando un verdadero escritor siente la necesidad de escribir, escribe por encima de cualquier censor.
En el caso de las mujeres, con el machismo que reinaba en la España franquista, había que tener mucho deseo de ser escritora para superar las vallas que les ponían.
Prado plantea que Dolores Serma, esa escritora de ficción que inventó, tiene muchas razones para escribir Óxido. “Escribe porque tiene que dejar fe de lo que vio. Cuando la palabra fe está dentro de una iglesia, me pone los pelos de punta, pero fuera me gusta mucho. Hay que tener fe para hacer las cosas, pero muchos no tuvieron fe o no tuvieron suerte o se tuvieron que dedicar a otro cosa. Dolores Serma tuvo que montar toda una vida falsa para conseguir rescatar al niño que le quitaron a su hermana –explica el escritor–. En la España de los años ’40 y ’50 estaba lleno de personajes ambiguos.”
La palabra clave: olvido. En España se quiere hacer una historia a base de olvido. Y éso no puede ser. Las paradojas están muy bien dentro de la poesía, pero dentro de la política suelen ser incómodas. En el libro de la historia de España no es que se quieren pasar páginas, se quieren arrancar. A mí que se pasen páginas me parece perfecto, pero no que se arranquen. España es un país muy original para éso, un país donde hasta hace poco ha habido 45 mil cadáveres en cunetas, en cementerios, pozos y demás, cosa que no ocurre en ningún otro país de Europa. Es increíble que todavía las calles de España estén llenas de símbolos franquistas, estatuas a Franco y placas a militares golpistas. Hay que volver a poner en el libro de la historia de España esas páginas que se arrancaron.
–Hasta hace poco los argentinos pensábamos que cargábamos con el peso feroz de una originalidad: ser los únicos en el mundo que habían inventado la apropiación de menores durante la dictadura militar. ¿Cómo se enteró usted de la apropiación de los 31.000 chicos durante el franquismo?
–Un día vi el documental: " Los niños perdidos del franquismo" y me quedé en estado de perplejidad absoluta. Porque pensé lo mismo que tú: los niños robados son de los años ’70, de las dictaduras de la Argentina y Uruguay. Nadie sabía nada en España. Cuando salió ese documental empecé a investigar. Estuve con gente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y fui a ver los archivos de las secciones femeninas en Alcalá de Henares. Ésto para un novelista era como maná caído del cielo, una historia fuertísima, desconocida, y que no se ha tratado desde el punto de vista de la historia ni de la ficción. Cuando publiqué la novela, hubo gente que dijo que me lo había inventado, que era una exageración. España es un país en donde te dicen que no toques la monarquía, que no toques la transición... hombre, demasiadas cosas para estar bajo la tapadera de la democracia.
A lo mejor la transición fue un triunfo de todos, pero tuvo sus perdedores, si vale la palabra. Hay gente que no puede desenterrar a su abuelo de una cuneta.
–¿Por qué la madre iguala la violencia republicana y franquista sin poder distinguir que no es lo mismo la violencia que se ejerce desde el Estado?
–Mira, en España el Partido Popular se ha negado a condenar el golpe de Franco, lo matizaron con ese “todos fueron iguales”. No se quiere dar a Franco la definición de genocida. Y aquello fue un genocidio porque Franco fue pueblo por pueblo exterminando a cada uno que no pensaba como él. Como no se le quiere dar la categoría de genocida a Franco, los delitos quedan en el olvido. Tampoco se logró que la apropiación de menores fuera considerada delito de lesa humanidad. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica ha presentado un recurso. Más urgencia que la biología no existe, porque siempre va hacia delante, nunca hacia atrás. Los sobrevivientes que quedan tienen 100, 98, 95 años... Contra todo ese olvido, decidí escribir esta novela.
España es un país muy cobarde. Los españoles son muy cobardes porque no han sido capaces de enfrentar su pasado. Les tienen miedo a cosas que ya no están.
–¿España está demasiado asustada y se está derechizando?
–En las crisis se mira a la derecha. Pero lo que me preocupa es que España ha pasado demasiado rápido de ser un país de emigrantes a ser un país xenófobo.
FUENTE : Página 12"
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