"Recordar es fácil para quien tiene memoria.
Olvidar es difícil para quien tiene corazón."
Gabo García Márquez
Entre harapos de niebla y lluvia
viene dando
traspies y al fin despéñase
la mañana sobre
el Pirineo: viene
dando traspiés montaña arriba,
calado hasta los huesos
del espíritu, un hombre,
un hombre solo -un pueblo solo-
(consigo trae la rosa intacta
de su patria, la voz más pura
que ha sonado en el alto páramo
del Duero),
en el angosto
puerto de la frontera
se detiene, mira
hacia atrás, contempla
la tierra desollada
y triste, la hermosa tierra
hendida
por las bocas del odio
y sus tumores,
«¡España vencida toda,
de río a río, de monte a monte, de mar a mar!»
con el pañuelo, trémulas
las manos, ojos
que ya no ven, se enjuga luego
las gotas -¿o las lágrimas?-
que tiemblan en su rostro
y de nuevo
comienza a caminar.
(Inmediata, quién sabe
si presentida, pero siempre
repintada alcahueta, más allá
de la montaña, en un
pueblo de pescadores,
en la cama
de un pobre hotel,
la muerte
entre las húmedas
sábanas está
esperándolo como
una amante impaciente.)
Juan Rejano
Juan Rejano, autodidacta, periodista, militante comunista, antes de la guerra civil no publicó más que algunos poemas dispersos.
En 1939 se trasladó a México, junto con otros exiliados, a bordo del Sinaia.
Allí desempeñó una importante labor cultural, como director de la revista Romance y de otras publicaciones, muy especialmente el suplemento literario del diario El Nacional.
Su primer libro, Fidelidad del sueño, se publicó en 1943, y el último, La tarde, en 1976, el mismo año de su muerte.
Hay en su poesía compromiso político y nostalgia de España, ecos de Quevedo y Machado y un neopopularismo que nos recuerda inevitablemente a Rafael Alberti.
Juan Rejano, autodidacta, periodista, militante comunista, antes de la guerra civil no publicó más que algunos poemas dispersos.
En 1939 se trasladó a México, junto con otros exiliados, a bordo del Sinaia.
Allí desempeñó una importante labor cultural, como director de la revista Romance y de otras publicaciones, muy especialmente el suplemento literario del diario El Nacional.
Su primer libro, Fidelidad del sueño, se publicó en 1943, y el último, La tarde, en 1976, el mismo año de su muerte.
Hay en su poesía compromiso político y nostalgia de España, ecos de Quevedo y Machado y un neopopularismo que nos recuerda inevitablemente a Rafael Alberti.
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