"En el mercado libre es natural la victoria del fuerte
y legítima la aniquilación del débil.
Así se eleva el racismo a la categoría de doctrina económica."
Galeano
El poder económico está más monopolizado que nunca, pero los países y las personas compiten en lo que pueden: a ver quién ofrece más a cambio de menos, a ver quién trabaja el doble a cambio de la mitad.
A la vera del camino están quedando los restos de las conquistas arrancadas por dos siglos de luchas obreras en el mundo.
Las plantas maquiladoras de México, Centroamérica y el Caribe, que por algo se llaman sweat shops, talleres del sudor, crecen a un ritmo mucho más acelerado que la industria en su conjunto.
Ocho de cada diez nuevos empleos en la Argentina están "en negro", sin ninguna protección legal.
Nueve de cada diez nuevos empleos en toda América Latina corresponden al "sector informal", un eufemismo para decir que los trabajadores están librados a la buena de Dios.
La estabilidad laboral y los demás derechos de los trabajadores, ¿serán de aquí a poco un tema para arqueólogos? ¿No más que recuerdos de una especie extinguida?
En el mundo al revés, la libertad oprime: la libertad del dinero exige trabajadores presos de la cárcel del miedo, que es la más cárcel de todas las cárceles.
El dios del mercado amenaza y castiga; y bien lo sabe cualquier trabajador, en cualquier lugar.
El miedo al desempleo, que sirve a los empleadores para reducir sus costos de mano de obra y multiplicar la productividad, es, hoy por hoy, la fuente de angustia más universal. ¿Quién está a salvo del pánico de ser arrojado a las largas colas de los que buscan trabajo?
¿Quién no teme convertirse en un "obstáculo interno", para decirlo con las palabras del presidente de Coca-Cola, que hace un año y medio explicó el despido de miles de trabajadores diciendo que "hemos eliminado los obstáculos internos"?
Y en tren de preguntas, la última: ante la globalización del dinero, que divide al mundo en domadores y domados... ¿se podrá internacionalizar la lucha por la dignidad del trabajo? Menudo desafío.
Eduardo Galeano
1 comentario:
Que certeras palabras del maestro.
Publicar un comentario