Rescatar la memoria.

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16/10/14

Poder y desobediencia. Foucault

"Aprender y enseñar a desobedecer las órdenes y relaciones sociales inhumanas, 
crueles e injustas implica una compleja construcción social que involucre e interpele 
a todos aquellos moralmente comprometidos en reorganizar las relaciones sociales"
Foucault ha trabajado, entre otros temas, la problemática del poder, realizando aportes novedosos y originales al confrontar con distintas concepciones clásicas en la temática.
Su análisis plantea que el poder no puede ser localizado en una institución o en el Estado, el poder no se “tiene”, se “ejerce”, así la "toma de poder" es puesta en cuestión, lo que implica una discusión teórica, pero fundamentalmente política.
Este análisis debemos ubicarlo en la transición del feudalismo al capitalismo y sobre todo en el desarrollo del orden social capitalista.
Así, en el feudalismo, el poder es considerado como “propiedad” del soberano, donde el soberano es la ley y donde los castigos son ejecutados como espectáculo a modo ejemplificador; en una lógica que podría resumirse como “hacer morir y dejar vivir”. 
Esto se modifica, sin desaparecer totalmente, en la modernidad (capitalismo) con dos tecnologías de poder articuladas, y que se despliegan a partir de los siglos XVII y XVIII a la actualidad; la primera es la técnica disciplinaria o anatomía política, que se caracteriza por ser una tecnología basada en los individuos, sus comportamientos y su cuerpo con el fin de anatomizarlos, adiestrarlos, controlarlos, intensificar los rendimientos, multiplicar las capacidades, en síntesis, producir cuerpos dóciles, productivos y útiles, esto debemos ubicarlo en los inicios de la Revolución Industrial y en la conformación y producción de la subjetividad de la clase obrera. La segunda tecnología de poder es la biopolítica, que tiene como objeto a las poblaciones en estos aspectos: natalidad, mortalidad, morbilidad, movilidad en los territorios, etc., que pueden usarse para controlarla en la dirección que se desee, en una estatalización de la vida que pasa a ser gestionada por el poder. La articulación de estas dos tecnologías de poder es lo que Foucault llamó sociedad normalizada, cuya lógica es “hacer vivir y dejar morir”.
En síntesis, el poder, para Foucault, no sólo reprime, destruye, impide, imposibilita; sino que también produce: produce comportamientos, efectos de verdad, saberes, conocimientos y jerarquías entre distintos individuos, grupos, etc. Justamente son estas jerarquías las que posibilitan el “retorno” al Poder Soberano ya que cuando la clase dominante asume la determinación genocida se justifica “el hacer morir” de “algunos” para un mejor vivir de todos los “otros” y se lo hace desde argumentaciones y legitimaciones: raciales, religiosas, étnicas y sobre todo políticas.
Lo que se puede deducir, entonces, es que el cuerpo es el territorio del poder por excelencia, en el se expresan los malestares, tensiones y convicciones producto del enfrentamiento entre las clases y lo que esta en juego es la fuerza y energía de esos cuerpos, procurando obtener obediencia anticipada a los mandatos sociales hegemónicos.
Una de las preguntas que surge entonces es ¿Se puede desobedecer al poder?
Todos y cada uno de nosotros esta involucrado en un orden social determinado. Confrontar con ese orden social y con las relaciones sociales y de poder en las que cada uno esta inmerso, implica desobedecer; y desobedecer es un acto que nada de fácil tiene, dado que no implica únicamente la negación de llevar a cabo una orden o un precepto, sino reformular la relación entre un sujeto y la autoridad, autoridad que personifica una relación social determinada. Y además exige una movilización de los recursos internos y un costo psíquico considerable. Aún cuando haya, “el desobediente”, escogido la acción humana y moralmente correcta, permanece el sujeto aturdido ante la ruptura del orden social que ha provocado, y no puede alejar de sí el sentimiento de que ha traicionado una causa, que ha roto el contrato en el que estaba comprometido.
En resumen es importante tener presente que aprender y enseñar a desobedecer las órdenes y relaciones sociales inhumanas, crueles e injustas implica una complejísima construcción social que involucre e interpele a todos aquellos moralmente comprometidos en reorganizar las relaciones sociales de otro modo. Nada menos.
Daniel Oscar López 03.10.14

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