A pesar del inenarrable espectáculo del asesinato y la mutilación de los miles de niños, mujeres, ancianos y familias completas; de la destrucción planificada de barrios enteros; de los hospitales y escuelas bombardeados; de las infraestructuras fundamentales destruidas conscientemente; de los millares de desplazados, se intenta justificar lo injustificable con el argumento de que “los terroristas palestinos son los responsables”.
Mucho se ha escrito, y es necesario que se siga escribiendo, sobre la inmensa falacia e hipocresía de esta afirmación cuando a un pueblo entero se le vienen negando sistemáticamente, durante décadas, los más elementales derechos. No incidiré ni insistiré sobre ello, ni me referiré a la historia que lleva a esta historia. Aunque es muy difícil no hacerlo, especialmente cuando se tiene ascendencia judía, se está orgulloso de tenerla y, entre otros sentimientos dolorosos, se experimenta una inmensa vergüenza por lo que viene sucediendo.
Es indiscutible que estamos ante crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y/o genocidio. No lo niegan ni aún quienes los justifican. Ni se investigan los delitos cometidos contra los ciudadanos palestinos, ni a las víctimas palestinas se les otorgan amparo y reparación.
Con ocasión de una de las anteriores matanzas, la denominada Plomo Fundido, escribí en Página/12, el 27 de enero de 2009, un artículo titulado “Justicia universal para Gaza” en el que señalaba que no había que tener dotes proféticas para aventurar que no actuaría la Corte Penal Internacional y que de no perseguirse a los criminales, el crimen, irremisiblemente, volvería a cometerse. Así ha sucedido.
En ese artículo llamaba a que se aplicara el principio de justicia universal, que tanto colaboró para el final de la impunidad que protegía a los grandes criminales en muchos de nuestros países. Este principio jurídico se resume en que quienes cometen crímenes contra la humanidad deben ser perseguidos por los tribunales de justicia de todos los países del mundo, independientemente de la nacionalidad de víctimas y victimarios y de los intereses particulares del Estado al que pertenecen dichos tribunales. Constituye un avance de la civilización humana.
El 4 de diciembre de 2001 fueron presentados en las Naciones Unidas los llamados Principios de Princeton sobre jurisdicción universal suscriptos por más de cincuenta notables juristas de todo el mundo. En ellos se destaca que el principio de justicia universal se ha convertido en una norma imperativa del derecho internacional y, por lo tanto, ni siquiera es preciso que esté contemplado expresamente en las leyes escritas. Sin perjuicio de ello, está incorporado en las constituciones y legislaciones de muchos países del mundo. En su virtud, actualmente se tramitan ante juzgados federales argentinos causas judiciales contra los responsables de los crímenes perpetrados por el franquismo en España y la dictadura de Stroessner en Paraguay.
Se trata de aplicarlo ahora.
Es necesario e imperioso que en aplicación del principio de justicia universal y en cumplimiento de lo establecido en las normas y principios del derecho internacional los delitos sean investigados, se dicten contra los responsables órdenes internacionales de detención y no queden impunes.
Por el pueblo palestino, pero también por los judíos que en el mundo, y en Israel, se oponen a este horror. Justicia, justicia perseguirás. A perseguir justicia nos convoca la Torá, libro sagrado de los judíos. Cumplamos su mandato.
Carlos Slepoy
Carlos Slepoy
Fuente : Página 12.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario