Rescatar la memoria.

Rescatar la memoria.

28/3/14

"Llamo a la juventud" . Miguel Hernández


"Bajo una zarpa de lluvia, 
y un racimo de relente, 
y un ejército de sol, 
campan los cuerpos rebeldes 
de los españoles dignos 

que al yugo no se someten"
  



Los quince y los dieciocho, 
los dieciocho y los veinte... 
Me voy a cumplir los años 
al fuego que me requiere, 
y si resuena mi hora 
antes de los doce meses, 
los cumpliré bajo tierra. 
Yo trato que de mí queden 
una memoria de sol 
y un sonido de valiente. 




Si cada boca de España 
de su juventud, pusiese 
estas palabras, mordiéndolas, 
en lo mejor de sus dientes: 
si la juventud de España, 
de un impulso solo y verde, 
alzara su gallardía, 
sus músculos extendiese 
contra los desenfrenados 
que apropiarse España quieren, 
sería el mar arrojando 
a la arena muda siempre 
varios caballos de estiércol 
de sus pueblos transparentes, 
con un brazo inacabable 
de perpetua espuma fuerte. 



Si el Cid volviera a clavar 
aquellos huesos que aún hieren 
el polvo y el pensamiento, 
aquel cerro de su frente, 
aquel trueno de su alma 
y aquella espada indeleble, 
sin rival, sobre su sombra 
en entrelazados laureles: 
al mirar lo que de España 
los alemanes pretenden, 
los italianos procuran, 
los moros, los portugueses, 
que han grabado en nuestro cielo 
constelaciones crueles 
de crímenes empapados 
en una sangre inocente, 
subiera en su airado potro 
y en su cólera celeste 
a derribar trimotores 
como quien derriba mieses. 



Bajo una zarpa de lluvia, 
y un racimo de relente, 
y un ejército de sol, 
campan los cuerpos rebeldes 
de los españoles dignos 
que al yugo no se someten, 
y la claridad los sigue 
y los robles los refieren. 
Entre graves camilleros 
hay heridos que se mueren 
con el rostro rodeado 
de tan diáfanos ponientes, 
que son auroras sembradas 
alrededor de sus sienes. 
Parecen plata dormida 
y oro en reposo parecen. 



Llegaron a las trincheras 
y dijeron firmemente: 
¡Aquí echaremos raíces 
antes que nadie nos eche! 
Y la muerte se sintió 
orgullosa de tenerles. 



Pero en los negros rincones, 
en los más negros, se tienden 
a llorar por los caídos 
madres que les dieron leche, 
hermanas que los lavaron, 
novias que han sido de nieve 
y que se han vuelto de luto 
y que se han vuelto de fiebre; 
desconcertadas viudas, 
desparramadas mujeres, 
cartas y fotografías 
que los expresan fielmente, 
donde los ojos se rompen 
de tanto ver y no verles, 
de tanta lágrima muda, 
de tanta hermosura ausente. 



Juventud solar de España: 
que pase el tiempo y se quede 
con un murmullo de huesos 
heroicos en su corriente. 
Echa tus huesos al campo, 
echa las fuerzas que tienes 
a las cordilleras foscas 
y al olivo del aceite. 
Reduce por los collados, 
y apaga la mala gente, 
y atrévete con el plomo, 
y el hombro y la pierna extiende. 



Sangre que no se desborda, 
juventud que no se atreve, 
ni es sangre, ni es juventud, 
ni relucen, ni florecen. 
Cuerpos que nacen vencidos, 
vencidos y grises mueren: 
vienen con la edad de un siglo, 
y son viejos cuando vienen. 



La juventud siempre empuja, 
la juventud siempre vence, 
y la salvación de España 
de su juventud depende. 



La muerte junto al fusil, 
antes que se nos destierre, 
antes que se nos escupa, 
antes que se nos afrente 
y antes que entre las cenizas 
que de nuestro pueblo queden, 
arrastrados sin remedio 
gritemos amargamente: 
¡Ay España de mi vida, 
ay España de mi muerte! 

MIGUEL HERNÁNDEZ

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