Rescatar la memoria.

Rescatar la memoria.

7/11/25

"La camisa del hombre feliz". León TOLSTOI


En las lejanas tierras del norte, hace mucho tiempo, vivió un zar que enfermó gravemente.

 Reunió a los mejores médicos de todo el imperio, que le aplicaron todos los remedios que conocían y otros nuevos que inventaron sobre la marcha, pero lejos de mejorar,

 el estado del zar parecía cada vez peor.

 Le hicieron tomar baños calientes y fríos, ingirió jarabes de eucalipto, menta y plantas exóticas

 traídas en caravanas de lejanos países. 

Le aplicaron ungüentos y bálsamos con los ingredientes más insólitos, pero la salud del zar no mejoraba. 

Tan desesperado estaba el hombre que prometió la mitad de lo que poseía a quien fuera capaz 

de curarle.

 El anuncio se propagó rápidamente, pues las pertenencias del gobernante eran cuantiosas, 

y llegaron médicos, magos y curanderos de todas partes del globo para intentar

 devolver la salud al zar.

 Sin embargo fue un trovador quien pronunció: 

 —Yo sé el remedio: la única medicina para vuestros males, Señor.

 Sólo hay que buscar a un hombre feliz: vestir su camisa es la cura a vuestra enfermedad.

 Partieron emisarios del zar hacia todos los confines de la tierra, pero encontrar a un hombre feliz

 no era tarea fácil: aquel que tenía salud echaba en falta el dinero, 

quien lo poseía, carecía de amor, y quien lo tenía se quejaba de los hijos.

 Mas una tarde, los soldados del zar pasaron junto a una pequeña choza en la que un hombre

 descansaba sentado junto a la lumbre de la chimenea:

 —¡Qué bella es la vida! Con el trabajo realizado, una salud de hierro y afectuosos amigos y familiares ¿qué más podría pedir?

 Al enterarse en palacio de que, por fin, habían encontrado un hombre feliz, se extendió la alegría.

 El hijo mayor del zar ordenó inmediatamente: 

 —Traed prestamente la camisa de ese hombre. ¡Ofrecedle a cambio lo que pida! 

En medio de una gran algarabía, comenzaron los preparativos para celebrar la inminente

 recuperación del gobernante.

 Grande era la impaciencia de la gente por ver volver a los emisarios con la camisa

 que curaría a su gobernante, mas, cuando por fin llegaron, traían las manos vacías: 

 —¿Dónde está la camisa del hombre feliz? ¡Es necesario que la vista mi padre!

 —Señor -contestaron apenados los mensajeros-, el hombre feliz no tiene camisa.


León Tolstoi

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