Machado, poeta emblemático de la Generación del 98, murió en Colliure el 22 de febrero de 1939. Hacía menos de un mes que, acompañado de su madre, Ana Ruiz, y de su hermano José, había llegado a la estación de ferrocarril del pequeño pueblo de mar al sureste francés.
"Los últimos días de Machado simbolizan la derrota de la República en la Guerra Civil española", explica a Europa Press el poeta Luis García Montero, para quien "si en España existe un poeta nacional ese es Antonio Machado".
A sus 88 años, Ana Ruiz llegó a Colliure muy afectada por el viaje y preguntó a sus hijos cuánto faltaba para llegar a Sevilla. Ya no volverían nunca. Sin un lugar donde alojarse, acudieron al hotel de la familia Quintana. En la habitación número 5 se alojaron don Antonio y su madre. Junto a ella, en una más pequeña, se instalaron su hermano y su esposa.
"En la habitación que ocupó Machado había un pequeño balcón con vistas al pueblo y dos pequeñas y modestas camas. En una de ellas, la más alejada de la puerta, murió Machado, cuyo cuerpo fue sacado por encima de la otra cama, en la que se encontraba su madre. 'Merci, madame' y 'Adiós, madre' fueron sus últimas palabras, las primeras en referencia a la señora Quintana, que les dio alojamiento consciente de que sería muy difícil que aquellos dos hombres mayores que cuidaban de una anciana y que huían de un país devastado pudieran pagarle algún día", explica el poeta granadino Fernando Valverde, que obtuvo el Premio Antonio Machado de la Fundación de Ferrocarriles Españoles en 2012.
A las cuatro de la tarde del día 22 de febrero, Antonio Machado murió de una neumonía. Su madre lo acompañó sólo tres días después. Cuando José metió su mano en el bolsillo de la chaqueta de su hermano encontró dos papeles arrugados. En uno de ellos el poeta recordaba a Guiomar. En el otro dejó escrito un verso "enigmático y solitario": 'Estos días azules y este sol de la infancia'.
Para el jerezano José Manuel Caballero Bonald, la muerte del poeta fue "la desaparición dramática de un hombre decente, de un poeta cabalmente vinculado a la propia historia vivida". "Supuso el enaltecimiento de un ejemplo imborrable desde una doble perspectiva humana y política. Machado fue un espejo de los españoles íntegros y su ideario social, su filosofía de la vida, su conducta como defensor de la República, su singularidad dialéctica, perduran como un verdadero paradigma", ha considera el Premio Cervantes.
Para el poeta y novelista Benjamín Prado, la historia de Machado es "el símbolo de la diáspora española, igual que Lorca lo es de las víctimas de la represión". La tumba del sevillano en el cementerio de Colliure es además "un aviso de lo que ocurre cuando lo peor que tiene un país toma sus riendas".
Pero ante todo, Antonio Machado es su obra poética. "Se trata de un modelo literario que nos enseña que el mejor modo de ser profundos es ser comprensibles", añade Prado, que opina que la palabra que mejor define su obra es "emoción".
En opinión del escritor Luis Alberto de Cuenca, la importancia de la poesía de Antonio Machado en la lírica contemporánea es "máxima, capital". "El proceso rehumanizador de la poesía de la Generación del 27 a partir de la Guerra Civil tiene en Machado su referente, por no hablar del magisterio en todas las generaciones posteriores", sostiene.
En el caso de la poeta jerezana Raquel Lanseros, ganadora del Premio Antonio Machado en 2011, la influencia ha sido "decisiva". "Además de un extraordinario poeta, Machado reflexionó hondamente sobre el hecho poético en muchos de sus escritos, elaborando corrientes de pensamiento que fueron continuadas o retomadas por generaciones posteriores. Para Machado, la poesía es un diálogo del hombre con su tiempo, pero también "palabra en el tiempo, la inmortalización del sentir individual y colectivo de una época".
FUENTE :Europa Press
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