de tal manera que lanza al sujeto hacia la destrucción del objeto odiado.
Bien sabemos a qué condujo el odio hacia los judíos.
Por eso, es un recurso bastante socorrido por el pensamiento autoritario
pues al construir el objeto de odio o la demonización del opositor,
se despeja el camino para los propósitos propios del poder: mantener el statu quo
y la protección de intereses que les son vitales a cualquier precio,
y eliminar la pluralidad ante un interés manifiesto de homogenizar la sociedad.
Las clases sociales como expresión de las diferencias
en la propiedad y las consecuencias que de ello se derivan
como la existencia de intereses contrapuestos
y el uso del poder para defenderlos,
son una realidad insoslayable que no implica necesariamente
la existencia del odio como emoción o sentimiento humano
que regule dichos intereses contrapuestos.
Este puede darse bajo circunstancias muy concretas
relacionadas con estructuras económicas en extremo injustas
y regímenes en extremo crueles.
Bajo estas circunstancias sin duda es posible que se pueda atizar el odio
y promover la violencia social y política:
la historia está llena de ejemplos al respecto."
José Girón Sierra.
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