El pinchazo infecto en el cuerpo dolido
El aliento putrefacto de la muerte apurada
Ellas son las que se vacían casi en un gesto ultimo
Muchas en su último gesto
Las pobres de la patria yéndose en la última bocanada
En el pasillo del fondo, entre tarros oxidados y perros raquíticos insalubres
Ellas son las que terminan yéndose, empapadas ante un sudor tan injustamente repartido
Ellas son las que se van producto del espanto y el olvido
No habrá música funcional, ni equipo psicológico que acompañe el proceso
Solo habrá un tugurio, el favor de una vecina.
El fierro comiéndolo todo, el gemido bravo del cuerpo que entre agarrado a la tierra y flotando en el viento lucha, pechea, empapa la frazada de ira y temor.
Ellas son las que se mueren.
Muchas. Miles. Tantas.
Ellas son las que regresan arrastrando los pies, temblando, juntando náuseas, escupiendo la sangre y masticando la pena.
Montoncito de soledades, destratos irreversibles,
Cuerpo de mujer como territorio de resistencias y de maltrato institucionalizado
Quien quiera que esta vez
El dolor se convierta en abrazo
Y la lucha colectiva en Ley.
Bernardo Penoucos.

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