No se equivocó.
No fue un furcio ni un fallido.
Es la expresión clara de lo que piensa la burguesía que gobierna.
Y menos equivocada aún fue la expresión cuando se tiene en cuenta dónde fue realizada: el primer piso del Hotel Sheraton de Retiro, durante un almuerzo organizado por el Rotary Club de Buenos Aires. Es decir en un antro de empresarios y explotadores disfrazados de filántropos.
La gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, fue invitada este miércoles al tradicional almuerzo que organizan los rotarios porteños. Allí, luego de pedir disculpas por ir de jeans y botas (“era un día complicado y fui a barrios del Conurbano”), lanzó varias definiciones que rápidamente se convirtieron en titulares periodísticos.
Por ejemplo, “no soy candidata a presidenta para la próxima elección” o “la ley de tarifas no va a mejorar en nada la situación de los argentinos”.
Vidal sabía que esas palabras replicarían mediáticamente en pocas horas. Sobre todo porque últimamente da pocas entrevistas y porque en los últimos días crecieron los rumores de que en Cambiemos (y en particular en la Casa Rosada) se viene barajando la posibilidad de contar con ella como figura de recambio y sucesión en la presidencia argentina.
Y como sabe que sus palabras públicas hoy tienen un peso mayor que hace un tiempo atrás, nadie podría decir que se equivocó cuando lanzó una reflexión con alto contenido clasista.
En medio de su disertación, Mariú se preguntó :“-¿Es de equidad que durante años hayamos poblado la provincia de Buenos Aires de universidades públicas cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad?”
Y completó su crítica a la construcción de universidades públicas en el conurbano bonaerense diciendo que todos los que estaban allí saben “que no hay una sola provincia del país, ni siquiera la Ciudad de Buenos Aires que es la que tiene mejores indicadores en educación, que pueda garantizar el jardín de infantes público a todos los que lo necesitan y que en esos años lo que enseñemos y la comida que les demos les van a definir sus capacidades por el resto de la vida, entre otras, de poder tener una carrera pública en la universidad”.
Las palabras de Vidal dejan en evidencia varias cosas. Primero, su naturalización (muy católica apostólica romana) de la pobreza tal como existe en el capitalismo. En lugar de apostar a terminar con la condición de pobres de millones de personas y así propiciar que las universidades públicas se llenen de estudiantes, la mandataria imagina a esas instituciones educativas cerradas para no malgastar presupuesto.
A su vez lo que dice Vidal denota su desprecio gorila hacia esa población carente de los recursos básicos. Para ella, quienes “nacen en la pobreza” no tienen ni voz ni voto en los asuntos de educación pública. Y menos aún de educación pública superior.
Y también en las palabras de la Gobernadora hay una curiosa confesión de parte. Según ella, en la Ciudad de Buenos Aires, “que es la que tiene mejores indicadores en educación”, no “puede” garantizarse ni siquiera “el jardín de infantes público a todos”. Justamente se trata del distrito que lleva más tiempo gobernando su partido.
El PRO administra la Ciudad desde diciembre de 2007, con el mayor presupuesto per cápita del país. Y en casi once años de gobierno “ni siquiera” le dio el acceso a la educación inicial a toda la población.
El discurso de Vidal terminó siendo aplaudido por la caterva de empresarios, abogados y profesionales liberales del Rotary.
Fuente: La Izquierda Diario.
Fuente: La Izquierda Diario.
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