“Los muertos no tienen tiempo
y sus hijos llevan con inocencia
en las venas la memoria”
Carolina Biscayart.
La opulencia y la pobreza
El joven baleado era del Alto, que concentra a los pobres de una ciudad de la que sólo suele mostrarse la ostentación de sus hoteles cinco estrellas, sus centros de esquí y sus bellezas. En ese barrio de calles de tierra la desocupación es del 30 por ciento.
Karina Riquelme camina todos los días por las calles del Alto de Bariloche. Son calles de tierra o barro, según la estación del año. Son esas mismas calles en las que hace siete años la Policía rionegrina mató a su marido, Sergio Cárdenas, en uno de los episodios de violencia institucional más graves que registra el país desde el regreso de la democracia. El 17 de junio de 2010 un cabo de la rionegrina ultimó de un tiro por la espalda a Diego Bonefoi, un pibe de 15 años. La reacción popular derivó en una represión indiscriminada, que provocó la muerte por balas policiales de Nicolás “Nino” Carrasco de 16 años, y Sergio Cárdenas de 29. Sergio había salido a la puerta de la casa de su suegra para ver qué estaba pasando. Ahí cayó. En el Alto. La causa por los asesinatos de Nino y Sergio fue caratulada “homicidio en riña” y aún no tiene condenados. Pasaron siete años. También por la espalda, una fuerza de seguridad mató hace dos semanas a otro pibe pobre y del Alto de Bariloche. En este caso, al estigma histórico de esos jóvenes se sumó como amenaza la cruzada civilizatoria del Estado contra el pueblo mapuche.
Rafael Nahuel era pobre, del Alto, y comenzaba su proceso de reconocimiento como mapuche. Fue asesinado por la espalda por una bala 9 mm, compatible con las que dispararon los integrantes del grupo Albatros de Prefectura Naval durante la represión que consumaron en la comunidad Lawken Winkul Mapu, en Villa Mascardi, a 35 kilómetros de Bariloche.Bariloche es una ciudad de contrastes. No es una novedad. Comparte esa característica con muchas las ciudades del país. Pero aquí, entre lagos y montañas, son más evidentes: la opulencia de los sectores más ricos, la ostentación del turismo cinco estrellas, el Cerro Catedral acotado a quienes pueden pagar 1.300 pesos por día para esquiar, y hasta los estudiantes que exteriorizan su adrenalina adolescente en las calles y boliches de la ciudad, se contraponen con una desocupación estimada en el 30 por ciento en el Alto y la pobreza más extrema, que soporta el frío invernal sin gas natural en pequeñas casillas de madera y nylon.
En el Alto, los barrios se agrupan en una zona llamada Pampa de Huenuleo. La poeta barilochense por opción, Graciela Cros, se pregunta si
“¿Hay sol en Pampa de Huenuleo o sólo hay panteones, garitas, frío, hielo y muerte? / ¿Hay sol o hay panteones para dormir morir en el cementerio?”.
El Alto es desde donde, a veces, muy de vez en cuando, los “negros” bajan. Así losdenominan en el centro y el oeste opulentos: bajar.
Bajan, como el 17 de junio de 2010 cuando la policía mató a tres jóvenes; bajan como cuando los saqueos de diciembre de 2012 se cargaron un intendente; bajan a la búsqueda de lo que se les niega, sea justicia o comida. Bajan.
Ni Sergio Cárdenas, ni Diego Bonefoi, ni “Nino” Carrasco estaban “bajando” cuando los mataron hace siete años. Rafael Nahuel tampoco. Se había “ido al campo”, como explicó a los integrantes del proyecto Semillero del colectivo Al Margen, del cual participaba capacitándose como carpintero. En “el campo” estaba la parte mapuche de su familia, y Rafael los iba a acompañar, para además profundizar el conocimiento de su pertenencia a ese pueblo.
“Los muertos no tienen tiempo / y sus hijos llevan con inocencia en las venas la memoria”, describió otra poeta, Carolina Biscayart.
Con la memoria en las venas, el viernes 24 de noviembre Rafael viajó 35 kilómetros desde el Alto de Bariloche hasta Villa Mascardi.
Dos días después, la Prefectura volvió a entrar a la comunidad y Rafael murió por el impacto de una bala como las que usa esa fuerza de seguridad.
FUENTE : Página 12
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