La desaparición de Santiago Maldonado en la mirada de una niña.
Santiago forma parte de la dinámica de nuestra
familia hace casi 3 meses. Desde que Santiago desapareció
es un compañero silencioso, pero
presente. Hablamos de Santiago, escuchamos las
mil hipótesis que este gobierno dijo sobre él,
mientras sabíamos que fue Gendarmería quien se
lo llevó y el Estado, el aparato que encubre su
desaparición.
Santiago, desde el primero de agosto almuerza y
cena, viaja en el auto, nos acompaña a trabajar,
toma mates a la tarde, ve la tele, va al jardín y va a
marchar con nosotros. Nuestra hija nos suele
sorprender en medio de las negociaciones
cotidianas con un: “Chicos, hoy vamos a buscar a
Santiago?” Porque ella sabe que Santiago “es” pero
no está.
Santiago se hizo parte de nuestra familia.
Santiago está en la puerta de casa pidiendo su
aparición con nuestra voz.
Santiago está en un pin en la mochila que va al
Jardín con la merienda. En la seño que nos para en
la panadería del barrio para decirnos que Vera pide,
en la hora de juego libre, que todos vayan a "buscar
a Santiago". Porque ella sabe quién es Santiago,
porque lo ve reproducido en mil fotos y lo dice:
-Mami, Santiago es hermoso.
Santiago está. Santiago es hermoso.
Eso, simplemente éso, es algo que no nos van a
poder desaparecer, ni hundir, ni blindar, ni vallar.
Eso, es algo que ninguna foto morbosa, ningún
comentario insensible, ningún funcionario nefasto,
ninguna manifestación de odio, nos va a borrar. A
Santiago, que es hermoso.
Y cada vez que la voz de nuestras hijas, nuestros
hijos, o la voz de alguno de los nuestros, se alce a
denunciar lo injusto, será también en nombre de la
belleza.
La belleza que está en cada uno de los que luchan
por hacer de este mundo otro lugar.
Porque belleza es Santiago.
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