En lo que constituye un retroceso en las relaciones entre los dos países,
Trump pronunció un discurso y firmó en el propio acto una directiva de política denominada
“Memorando Presidencial de Seguridad Nacional
sobre el Fortalecimiento de la Política
de los Estados Unidos
hacia Cuba”
disponiendo la eliminación de los intercambios educacionales
“pueblo a pueblo” a título individual y una mayor
fiscalización de los viajeros estadounidenses a Cuba,
así como la prohibición de las transacciones económicas,
comerciales
y financieras de compañías norteamericanas con empresas
cubanas vinculadas
con las Fuerzas Armadas Revolucionarias y los servicios de inteligencia
y seguridad, todo ello con el pretendido objetivo de
privarnos de ingresos.
El mandatario estadounidense justificó esta política
con supuestas preocupaciones sobre la situación
de los derechos humanos en Cuba
y la necesidad de aplicar rigurosamente las leyes del bloqueo,
condicionando su levantamiento, así como cualquier mejoría
en las relaciones bilaterales, a que nuestro país realice
cambios inherentes a su ordenamiento constitucional.
Trump derogó asimismo la Directiva Presidencial de Política
“Normalización de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba”,
emitida por el presidente Obama el 14 de octubre de 2016,
la cual aunque no ocultaba el carácter injerencista de la política
estadounidense,
ni el objetivo de hacer avanzar sus intereses en la
consecución de cambios en el orden económico, político
y social de nuestro país, había reconocido la independencia,
la soberanía y la autodeterminación de Cuba y al gobierno cubano
como un interlocutor legítimo e igual, así como los beneficios
que reportaría a ambos países y pueblos una relación de
convivencia civilizada dentro de las grandes diferencias que
existen entre los dos gobiernos.
También admitía que el bloqueo era una política obsoleta
y que debía ser eliminado.
Nuevamente el Gobierno de los Estados Unidos recurre
a métodos coercitivos del pasado, al adoptar medidas de
recrudecimiento del bloqueo, en vigor desde febrero de 1962,
que no sólo provoca daños y privaciones al pueblo cubano
y constituye un innegable obstáculo al desarrollo de nuestra economía,
sino que afecta también la soberanía y los intereses de otros países,
concitando el rechazo internacional.
Las medidas anunciadas imponen trabas adicionales
a las muy restringidas oportunidades que el sector empresarial
estadounidense tenía para
comerciar e invertir en Cuba.
A su vez, restringen aún más el derecho de los ciudadanos
estadounidenses de visitar nuestro país, ya limitado
por la obligación
de usar licencias discriminatorias, en momentos
en que el Congreso de los Estados Unidos,
como reflejo del sentir de amplios sectores de esa sociedad,
reclama no sólo que se ponga fin a la prohibición de viajar,
sino también que se eliminen las restricciones al comercio con Cuba.
Los anuncios del presidente Trump contradicen el apoyo mayoritario
de la opinión pública estadounidense, incluyendo el de la
emigración cubana en ese país, al levantamiento total del
bloqueo y a las relaciones normales entre Cuba y los Estados Unidos.
En su lugar, el Presidente estadounidense, otra vez mal asesorado,
toma decisiones que favorecen los intereses políticos de una minoría
extremista de origen cubano del estado de Florida, que por motivaciones
mezquinas no desiste de su pretensión de castigar a Cuba y a su pueblo,
por ejercer el derecho legítimo y soberano de ser libre
y haber tomado las riendas de su propio destino.
Posteriormente haremos un análisis más profundo del alcance
y las implicaciones de este anuncio.
El Gobierno de Cuba denuncia las nuevas medidas
de endurecimiento del bloqueo, que están destinadas a fracasar
como se ha demostrado repetidamente en el pasado,
y que no lograrán su propósito de debilitar a la Revolución
ni doblegar al pueblo cubano, cuya resistencia a las agresiones
de cualquier tipo y origen
ha sido probada a lo largo de casi seis décadas.
El Gobierno de Cuba rechaza la manipulación con fines
políticos
y el doble rasero en el tratamiento del tema de los
derechos humanos.
El pueblo cubano disfruta de derechos y libertades fundamentales,
y exhibe logros de los que se siente orgulloso y que son
una quimera para muchos países del mundo, incluyendo
a los propios Estados Unidos,
como el derecho a la salud, la educación,
la seguridad social, el salario igual por trabajo igual,
los derechos de los niños, y el derecho a la alimentación,
la paz y al desarrollo.
Con sus modestos recursos, Cuba ha contribuido también a la mejoría
de los derechos humanos en muchos lugares del mundo,
a pesar de las limitaciones que le impone su condición de país bloqueado.
Los Estados Unidos no están en condiciones de darnos lecciones.
Tenemos serias preocupaciones por el respeto y
las garantías de los derechos humanos en ese país,
donde hay numerosos casos de asesinatos,
brutalidad y abusos policiales, en particular contra la
población afroamericana;
se viola el derecho a la vida como resultado
de las muertes por armas de fuego;
se explota el trabajo infantil y existen graves manifestaciones
de discriminación racial; se amenaza con imponer más restricciones
a los servicios de salud,
que dejarían a 23 millones de personas sin seguro médico;
existe la desigualdad salarial entre hombres y mujeres;
se margina a emigrantes y refugiados, en particular
los procedentes de países islámicos;
se pretende levantar muros que denigran a vecinos;
y se abandonan los compromisos internacionales
para preservar el medio ambiente
y enfrentar el cambio climático.
Asimismo, son motivo de preocupación las violaciones
de los derechos humanos cometidas por Estados Unidos en otros países,
como las detenciones arbitrarias de decenas
de presos en el territorio ilegalmente ocupado por la Base
Naval de Guantánamo en Cuba,
donde incluso se ha torturado;
las ejecuciones extrajudiciales y las muertes de civiles
causadas por bombas
y el empleo de drones;
y las guerras desatadas contra diversos países como Irak,
sustentadas en mentiras sobre la posesión
de armas de exterminio masivo,
con consecuencias nefastas para la paz,
la seguridad
y la estabilidad de la región del Medio Oriente.
Recordamos que Cuba es Estado Parte de 44 instrumentos
internacionales
sobre los derechos humanos, mientras que los Estados Unidos
lo es sólo de 18, por lo que tenemos mucho que mostrar, opinar,
y defender.
Al confirmar la decisión de restablecer las relaciones diplomáticas,
Cuba y los Estados Unidos ratificaron la intención de desarrollar
vínculos respetuosos y de cooperación
entre ambos pueblos y gobiernos,
basados en los principios y propósitos consagrados
en la Carta de las Naciones Unidas.
En su Declaración, emitida el 1 de julio de 2015,
el Gobierno Revolucionario de Cuba reafirmó que
“estas relaciones deberán cimentarse en el respeto absoluto
a nuestra independencia y soberanía;
el derecho inalienable de todo Estado a elegir el sistema político,
económico, social y cultural, sin injerencia de ninguna forma;
y la igualdad soberana y la reciprocidad, que constituyen
principios irrenunciables del Derecho Internacional”,
tal como refrendó la Proclama de América Latina y el Caribe
como Zona de Paz, firmada por los Jefes de Estado y
Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos
y Caribeños (CELAC), en su II Cumbre, en La Habana.
Cuba no ha renunciado a estos principios ni renunciará jamás.
El Gobierno de Cuba reitera su voluntad de continuar el diálogo
respetuoso y la cooperación en temas de interés mutuo,
así como la negociación de los asuntos bilaterales pendientes
con el Gobierno de los Estados Unidos.
En los dos últimos años se ha demostrado que los dos países,
como ha expresado reiteradamente el Presidente de los
Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro Ruz,
pueden cooperar y convivir civilizadamente, respetando las diferencias
y promoviendo todo aquello que beneficie a ambas naciones y pueblos,
pero no debe esperarse que para ello
Cuba realice concesiones inherentes
a su soberanía e independencia,
ni acepte condicionamientos de ninguna índole.
Cualquier estrategia dirigida a cambiar el sistema político,
económico y social en Cuba, ya sea la que pretenda lograrlo
a través de presiones e imposiciones, o empleando métodos
más sutiles,
estará condenada al fracaso.
Los cambios que sean necesarios en Cuba, como los realizados
desde 1959
y los que estamos acometiendo ahora como parte del proceso
de actualización de nuestro modelo económico y social,
los seguirá decidiendo soberanamente el pueblo cubano.
Como hemos hecho desde el triunfo del 1ro. de enero de 1959,
asumiremos cualquier riesgo y continuaremos firmes y seguros
en la construcción de una nación soberana, independiente,
socialista,
democrática,
próspera
y sostenible.
La Habana, 16 de junio de 2017.
Fuente: Granma
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