"En cualquier tiempo, en cualquier lugar,
hay un niño que se encuentra con un buen maestro
como el señor Germain."
Albert Camus dedicó el discurso del Premio Nobel, en Estocolmo, a su maestro de escuela primaria, el señor Germain, y le escribió una carta muy emotiva para expresarle cuánto le debía de ese honor que acababa de recibir.
“Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, no hubiera sucedido nada de esto…
Sus esfuerzos, el corazón generoso que usted puso en ello, continuarán siempre vivos en uno de aquellos escolares, que pese a los años no ha dejado de ser su alumno agradecido”.
Aquel maestro de primaria se había empeñado en que un alumno lleno de talento, que se llamaba Albert Camus, estudiara el bachillerato; lo había preparado a conciencia.
El maestro lo acompañó en tranvía al examen de ingreso, esperó el resultado sentado en un banco en la plaza del instituto y luego se desvivió para que le concedieran una beca.
El maestro Germain le contestó a la carta:
“Creo conocer bien al simpático hombrecillo que eras. El placer de estar en clase resplandecía en toda tu persona.
El éxito no se te ha subido a la cabeza.
Sigues siendo el mismo Camus”.
En cualquier tiempo, en cualquier lugar, hubo un niño talentoso que se encontró con un buen maestro como el señor Germain.
En cualquier tiempo, en cualquier lugar, hubo un niño talentoso que se encontró con un buen maestro como el señor Germain.
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