La España de los años ’30 concentró la mirada, la atención y la esperanza de los explotados y oprimidos del mundo. Aquella España convulsionada y revolucionaria, fue la que vio caer bajo las balas franquistas al gran artista andaluz, Federico García Lorca. Ocurrió exactamente hace 80 años, en la madrugada del 18 de agosto de 1936.
Un mes antes había empezado la guerra y la revolución en España. La Cataluña obrera y campesina se levantaba en armas para frenar el avance del General Francisco Franco que encabezaba el levantamiento nacional contrarrevolucionario desde Marruecos. Detrás de Franco se alineaban los intereses de las aterrorizadas clases dominantes; de la España burguesa, terrateniente, monárquica, clerical.
Los restos de Federico García Lorca aún siguen sin encontrarse. En septiembre próximo, en el municipio de Alfacar, se retomará la búsqueda. La idea es encontrar la fosa común donde se cree que el cuerpo de García Lorca fue a parar, tras ser fusilado junto al maestro Dióscoro Galindo y los anarquistas Francisco Galadí Melgar y Joaquín Arcollas Cabezas.
Como parte de los homenajes de una de las grandes revoluciones del Siglo XX, abordamos parte la vida y la obra del imponente poeta y dramaturgo, universal como Cervantes, el artista que tomó partido por “los que nada tienen”.
El teatro y la experiencia de La Barraca
El 14 de abril de 1936 hacía su última presentación en Barcelona, el grupo universitario de Teatro La Barraca, fundado por Federico García Lorca en los comienzos de la Segunda República, y el cual dirigió junto al escritor, escenógrafo, guionista y director de cine, el vasco Eduardo Ugarte.
La Barraca fue una compañía teatral ambulante que salió a recorrer los pueblos. Surgió a comienzos de 1932 y estuvo integrada por jóvenes vinculados a la Residencia de Estudiantes de Madrid y herederos de la Institución Libre de Enseñanza. El objetivo era representar y difundir el olvidado gran repertorio clásico del Teatro Español entre los obreros y campesinos.
La idea de un teatro ambulante universitario, según el biógrafo Ian Gibson en su libro “Federico García Lorca. Vida, pasión y muerte”, nace entre los estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. Le proponen a García Lorca ser el director artístico y este acepta, con el apoyo de la Federación Universitaria Escolar.
El catedrático Fernando de los Ríos, Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes del gobierno de la Segunda República y amigo personal de Lorca, garantizó el apoyo del gobierno que por entonces impulsaba las llamadas misiones pedagógicas.
García Lorca opinaba que la batalla más importante que tendría que librar la República concernía a la enseñanza primaria y secundaria dominada desde hacía siglos por la Iglesia. En ese marco, Lorca y los jóvenes de La Barraca, en su batalla cultural, estaban convencidos de que lo burgués estaba terminando con lo dramático de lo teatral. Lorca inyecta un fuerte contenido social a su obra, manifestándose siempre en pro de los derechos del individuo, de la libertad, de la dignidad humana, luchando contra los convencionalismos sociales.
En ese sentido, no se puede dejar de destacar su lucha por la libre elección sexual. García Lorca también dejó tres textos donde hacía explícita su homosexualidad, reivindicando el derecho de amar libremente, que fueron publicados en España mucho tiempo después de la muerte del autor, como por ejemplo “Oda a Walt Whitman”, “La obra de teatro del público” y “Los sonetos del amor oscuro”. Desde su creación hasta el cese con el comienzo de la Guerra Civil Española, La Barraca representó un total de 13 obras de teatro en 74 localidades. Por esos escenarios pasaron obras clásicas y variadas como “Entremeses” de Cervantes, “La vida es sueño” de Calderón de La Barca y “Fuenteovejuna” de Lope de Vega; entre otras.
En una entrevista en el diario madrileño El Sol, el poeta expresa claramente su posición: “Yo siempre soy y seré partidario de los pobres. Yo siempre seré partidario de los que no tienen nada. Y hasta la tranquilidad de la nada se les niega”. Pues no deja dudas sobre su compromiso social y arremete contra el teatro comercial. Lucha por la renovación de la escena nacional y opina que “lo grave es que las gentes que van al teatro, no quieren que se les haga pensar sobre ningún tema moral”.
El poeta está convencido de que las obras dramáticas de calidad y bien montadas, llegan siempre a las personas sencillas.
Ian Gibson, cuenta que cuando “los jóvenes de La Barraca llegaban a los poblados, las caras campesinas en sonrisa, en éxtasis, sobretodo en expectación, temiendo y deseando lo que al instante siguiente sucedería en el tablado. Y de pronto la expectación se descargaba en la explosión de la carcajada y el aplauso”.
Unos pocos metros de película sobrevivieron a los estragos de la Guerra Civil y el franquismo. Son los que muestran a La Barraca en acción. Entre estas imágenes que compartimos a continuación de Gonzalo Menéndez Pidal, se puede ver al propio García Lorca actuando en la obra “La vida es sueño” de Calderón de la Barca. El poeta aparece representando a la Sombra, es decir a la muerte, envuelto en velos negros y con un extraño tocado bicorne del que penden otros tantos velos negros que le cubren la cara, moviéndose fantasmalmente por el escenario.
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