"Pedro se sienta en los últimos bancos del aula, como corresponde a un chico que desdeña la educación y la vecindad de los poderosos.
Las conspiraciones y los batifondos nunca lo hallan ajeno.
Busca el riesgo de las transgresiones y la compañía de los más beligerantes.
A veces lo tientan el estudio y la inteligencia.
Entonces, como quien acepta un desafío, como una compadrada, resuelve arduos problemas de regla de tres y cumple los dictados sin tropiezos.
Un día, la maestra le acaricia el pelo tiernamente.
El piensa:
-Ay, señorita… Si supiera cómo me gustaría regalarle una flor y darle un beso.
Pero Pedro sabe quién es y conoce su deber y su destino.
Con una gambeta se aleja del afecto inoportuno y va a buscar la gloria allá en el fondo, donde los malandras se empeñan revoleando los tinteros para que se cumpla mejor el divino propósito del Universo."
Por Alejandro Dolina.
De :" Crónicas del ángel gris."
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