Hessois Auguste Spies, Tapicero, antes de ser ejecutado gritó:
«Llegará el día que nuestro silencio será más poderoso que las voces que hoy ahorcan»
CHICAGO, AÑO CERO
Osvaldo Bayer dedicó la primera parte de su alocución a evocar el origen genuino del Primero de Mayo. Su voz segura y pausada expresó, «1886…¡Qué acontecimiento histórico! La primera huelga por las 8 horas de trabajo en Chicago y cómo quedo para siempre en la historia. Nadie recuerda cuando el capitalismo hizo sus primeros actos en la Edad Media; nadie recuerda a los ‘célebres generales’. Pero permanentemente se recuerda la lucha de los Mártires de Chicago. Personajes increíbles: cuánta generosidad, cuántos sueños convertidos en realidad». Y agrega que «El Congreso de la Internacional Socialista en Ginebra resolvió en 1866 iniciar el combate por las 8 horas de trabajo. Los primeros que cumplieron con el acuerdo fueron los sindicatos norteamericanos de Chicago, que en aquel tiempo eran todos de filiación anarquista. Así decidieron hacer el primer paro el Primero de Mayo de 1886 por la implementación de las 8 horas de trabajo. Decían que el ser humano también precisa de tiempo para otras cosas. 8 horas de trabajo, 8 horas de sueño, 8 horas para el hogar y los hijos. La huelga fue total, menos una empresa que pagó a rompehuelgas un alto monto para que no salieran a la calle. Se efectuó el paro el Primero de Mayo, y al día siguiente la policía salió a reprimir a 50 mil obreros. Hasta ese momento, se trabajaba 10, 12, 14, 16 horas al día, y existían lugares que llegaban a las 17 horas. Principalmente en los oficios ‘de abajo’ que hacían las mujeres textiles. El 3 de mayo, pese a la represión, los obreros realizaron una gran manifestación en la fábrica Mc Cormick, donde no adhirieron al movimiento por un pago. Allí habló en un mal inglés, el anarquista alemán August Spies, explicando las razones de esa lucha en honor de los trabajadores. Entonces comenzó una batalla entre los huelguistas y los rompehuelgas financiados por una empresa. Ese día, la policía asesinó a 6 obreros y dejó decenas de heridos. Fue el momento en que otro anarquista alemán, apellidado Fischer, redactor del Diario de los Trabajadores, imprimió 25 mil volantes donde se explicaban las implicancias de ganar las 8 horas de trabajo. Decía: ‘Trabajadores, la guerra de clases ha comenzado. Al terror blanco, respondamos con el terror rojo si es necesario. Enfrentemos a los patrones. Tened coraje, esclavos, levantaos’. El 5 de mayo se produjo una manifestación inmensa en el Haymarket. En ese lugar alguien arrojó una bomba y mató a un policía, y los uniformados abrieron fuego contra los miles de obreros, cuyo número de fallecidos jamás fue conocido. Inmediatamente, el gobierno norteamericano estableció el Estado de Sitio. Se aprisionaron a centenares de obreros, y se responsabilizó a 8 anarquistas por el lanzamiento de la bomba. El juicio se inició el 21 de junio de 1886. Tres de los anarquistas fueron encarcelados. El inglés de 39 años y obrero textil, Samuel Fielden, recibió cadena perpetua. El norteamericano de 36 años, vendedor, Oscar Neebe, fue castigado con 15 años de trabajo forzado. A un tipógrafo alemán de 33 años le dieron cadena perpetua. Los otros cinco imputados fueron condenados a la pena de muerte por la horca: Georg Engel, tipógrafo alemán de 50 años; Adolf Fischer, periodista de 30 años; el periodista alemán de 30 años, August Vincent Spies; Louis Lingg, carpintero alemán de 22 años que se suicidó antes de marchar a la horca para no darles en el gusto a sus verdugos; y Albert Parsons, inglés y periodista de 39 años, que no había estado en la huelga, pero se había adherido, durante el juicio manifestó que aprobaba todo lo que habían hecho los huelguistas. Sus nombres quedaron para siempre. En Argentina ninguno de los mártires de Chicago lleva el nombre de una calle.»
El autor de ‘Exilio’, continúa acentuando los aspectos que significaron con mayor crudeza la precipitación de los acontecimientos cuando indica que «Posteriormente hubo un gran movimiento empresarial donde se despidieron a miles de trabajadores de las fábricas, heridos de bala, procesados y torturados. La mayoría, por supuesto, eran inmigrantes: alemanes, irlandeses, rusos, italianos y polacos. Sin embargo, poco a poco, comenzaron los paros en todas las fábricas por las 8 horas de trabajo. Y año tras año, fábrica tras fábrica, se fueron conquistando las 8 horas de trabajo. Y los organismos internacionales, tanto socialistas, como anarquistas, proclamaron el Día Internacional de los Trabajadores el Primero de Mayo».
Por Andrés Figueroa Cornejo | 29/04/2012 |
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