A 47 años de ser asesinado por la Triple A, recordemos al Padre Carlos Mugica, el cura villero que se convirtió en ejemplo de esa otra iglesia: la que, sin muros lujosos, dádivas ni privilegios, encarnó los preceptos humanos de lucha, solidaridad y amor por lxs compañerxs.
"Señor: perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos parezcan tener ocho años y tengan trece.
Señor: perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro.
Yo me puedo ir, ellos no.
Señor: perdóname por haber aprendido a soportar el olor de aguas servidas, de las que puedo no sufrir, ellos no.
Señor: perdóname por encender la luz y olvidarme que ellos no pueden hacerlo.
Señor: yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie puede hacer huelga con su propio hambre.
Señor: perdóname por decirles “no sólo de pan vive el hombre” y no luchar con todo para que rescaten su pan.
Señor: quiero quererlos por ellos y no por mí.
Señor: quiero morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos.
Señor: quiero estar con ellos a la hora de la luz"
(Oración que solía rezar y qué él mismo había inventado).
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