" Matar a un mapuche es sencillo.
Muere como cualquier mortal de un disparo certero en la cabeza o en el pecho.
Sangra, tiembla, suda, convulsiona.
Siente frío, fiebre, dolor, rabia, la bala entrando en su cuerpo.
Tal vez rece sus plegarias ancestrales en los últimos segundos.
Tal vez piense en los que quedan y en los que se fueron antes que él.
Matar a un mapuche es poco complejo.
Sólo hay que empuñar un arma cargada de odio y disparar.
Muy pocos se enterarán.
Su muerte dolerá a algunos y sembrará indiferencia en otros.
No habrá plazas de Mayo.
Su rostro no estará en ningún mural.
No nos quedará guardado en el alma para siempre.
Rafael Nahuel.
Rafael Nahuel.
Rafael Nahuel.
Ha sido fácil matarte.
Rafael Nahuel.
Matar a un mapuche es oportuno, hasta casi necesario.
Oportuno porque levanta muros entre el dolor y la indiferencia.
Y los muros siempre sirven al poder.
Necesario ha sido siempre.
Lo supieron en 1492.
Lo sabían Roca, Sarmiento, hasta el mismo José Hernández.
Matar a un mapuche es necesario cuando lo que no se puede matar ni aún con su muerte es la dignidad de nuestros pueblos.
Ha sido fácil matarte Rafael Nahuel. "
Carla Cabalcabué
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