Inmóvil sobre la baranda de las celdas, mira al cadalso un gato… ¡cuando de pronto una melodiosa voz, llena de fuerza y sentido, la voz de uno, de estos hombres a quienes se supone fieras humanas, trémula primero, vibrante enseguida, pura luego y serena, como quien ya se siente libre de polvo y ataduras, resonó en la celda de Engel, que, arrebatado por el éxtasis, recitaba “El Tejedor” de Henry Keine, como ofreciendo al cielo el espíritu, con los dos brazos en alto:
Con ojos secos, lúgubres y ardientes,Rechinando los dientes,Se sienta en su telar el tejedor:¡Germania vieja, tu capuz zurcimos!Tres maldiciones en la tela urdimos;¡Adelante, adelante el tejedor!¡Maldito el falso Dios que implora en vano,En invierno tiranoMuerto de hambre el jayán en su obrador!¡En vano fue la queja y la esperanza!Al Dios que nos burló, guerra y venganza:¡Adelante, adelante el tejedor!¡Maldito el falso rey del poderosoCuyo pecho orgullosoNuestra angustia mortal no conmovió!¡El último doblón nos arrebata,Y como a perros luego el rey nos mata!¡Adelante, adelante el tejedor!¡Maldito el falso Estado en que florece,Y como yedra creceVasto y sin tasa el público baldón;Donde la tempestad la flor avientaY el gusano con podre se sustenta!¡Adelante, adelante el tejedor!¡Corre, corre sin miedo, tela mía!¡Corre bien noche y díaTierra maldita, tierra sin honor!Con mano firme tu capuz zurcimos:Tres veces, tres, la maldición urdimos:¡Adelante, adelante el tejedor!
Y rompiendo en sollozos se dejó Engel caer sentado en su litera, hundiendo en las palmas el rostro envejecido.
Muda lo había escuchado la cárcel entera, los unos como orando, los presos asomados a los barrotes, estremecidos los escritores y los alcaides, suspenso el telégrafo, Spies a medio sentar. Parsons de pie en su celda, con los brazos abiertos, como quien va a emprender el vuelo.
José Martí.
La Nación - 1888
La Nación - 1888
No hay comentarios.:
Publicar un comentario