Bienaventurados sean los perdedores, y malditos sean
quienes confunden el mundo con una pista de carreras
y lanzados a las cumbres del éxito trepan lamiendo
hacia arriba y escupiendo hacia abajo.
Maldita sea la exitosa dictadura del miedo, que
nos obliga a creer que la realidad es intocable y que
la solidaridad es una enfermedad mortal,
porque el prójimo es siempre una amenaza y nunca una promesa.
Bienaventurado sea el abrazo, y maldito sea el codazo.
Eduardo Galeano
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