8/4/14

Carta de Camus a su maestro al recibir el premio Nobel.

"Bendito el corazón que se puede doblar porque nunca se romperá"

Camus




9 de noviembre de 1957
Querido Sr. Germain:
Dejé que el bullicio que me ha rodeado estos días se apaciguara antes de escribirle con todo mi corazón. Recién recibí un muy grande honor que ni busqué ni pedí, pero que una vez que supe de la noticia, mi primer pensamiento, después de mi madre, fue para usted. Sin usted, sin esta mano afectuosa que usted tendió al pequeño niño pobre que era, sin su enseñanza y su ejemplo, nada de todo esto hubiera ocurrido. No me hago una gran impresión de este tipo de honor.
Pero esta es al menos una oportunidad para decirle lo que usted fue y aún es para mí, y para asegurarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en esto, se encuentran todavía vivos al interior de uno de sus pequeños educandos, quien, aun con la edad, no ha dejado de ser su alumno agradecido. Lo abrazo con todas mis fuerzas.
Afectuosamente,
Albert Camus

Albert Camus nació en una familia de colonos franceses (pieds-noirs) dedicados al cultivo del anacardo en el departamento deConstantina. Su madre, Catalina Elena Sintes, nacida en Birkadem (Argelia), y de familia originaria de Menorca, era analfabeta y casi totalmente sorda. Su padre, Lucien Camus trabajaba en una finca vitivinícola, cerca de Mondovi, para un comerciante de vinos de Argel, y era de origen alsaciano, como otros muchos pieds-noirs que habían huido tras la anexión de Alsacia por Alemania tras la Guerra Franco-Prusiana. Movilizado durante la Primera Guerra Mundial, es herido en combate durante la Batalla del Marne y fallece en el hospital de Saint-Brieuc el 17 de octubre de 1914, hecho que propicia el traslado de la familia a Argel a casa de su abuela materna.

 De su progenitor, Albert sólo conserva una fotografía y una significativa anécdota: su señalada repugnancia ante el espectáculo de una ejecución capital. Ubicados en Argel, Camus realiza allí sus estudios, alentado por sus profesores, especialmente Louis Germain, a quien guardará total gratitud, hasta el punto de dedicarle su discurso del Premio Nobel. 

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