29/11/13

Julián Grimau



Cuando en abril llega a Madrid la primavera
el cuerpo de Julián volvió a la tierra.
Mucho antes la guerra había terminado,
la guerra que mató a un millón de españoles.
Julián creyó que podía regresar,
pisar otra vez el suelo de la patria.
Ignoraba que el odio y la infamia lo esperaban.
No fue con un beso en la mejilla
sino con un apretón de manos que el traidor lo entregó.


Antes del juicio se sabía la sentencia.

Lo acusaron de haber cometido hacia muchos años

crímenes que no existieron ni pensó cometer.
Los testigos no dieron la menor evidencia.
Sólamente decían que otros aseguraban que otros habían dicho...
Para el tribunal fue suficiente.
Una vez más un inocente fue llevado a la muerte.
Julián tenía que morir por su rebeldía,
por su creencia en el bien, por su fe en la humanidad.

No fueron escuchadas las voces que pedían justicia,
las voces que en el mundo pedían libertad.
Julián murió en Abril cuando llega a Madrid la primavera.
Los fusiles sonaron en los campos de Carabanchel.

Pidió que no vendaran sus ojos.
En el recuerdo vio a su esposa y a sus hijos.
Y murió mirando la luz del alba.



Cuidado hermanos, amigos, compañeros.

El odio necesita nuevas víctimas

De nuevo el fuego quema las aldeas.



El poderoso puño del amor debe golpear al odio.
Las luces de la paz deben vencer a las sombras.
En las semillas, en las raíces, en las hojas
está presente un mundo nuevo.


Julián Grimau, desde la tierra tu nombre suena

como el clarín que llama a las batallas
como el viento que agita las banderas.

FERNANDO LAMBERG

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