Madrid, invierno de 1936.
Victoria Kent es elegida diputada.
Su popularidad proviene de la reforma de las cárceles.
Cuando inició esa reforma, sus enemigos, numerosos, la acusaron de
entregar a España, inerme, en manos de los delincuentes. Pero Victoria, que
había trabajado en las prisiones y no conocía de oídas el dolor humano, siguió
adelante con su programa:
cerró las prisiones inhabitables, que eran la mayoría;
inauguró los permisos de salida;
liberó a todos los presos mayores de setenta años;
creó campos de deportes y talleres de trabajo voluntario;
suprimió las celdas de castigo;
fundió todas las cadenas, grilletes y rejas
y convirtió todo ese hierro en una gran escultura de Concepción Arenal.
Eduardo Galeano
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