El profeta Isaías vivió en Jerusalén en el siglo VIII antes de Cristo.
Como Tolstoi, Isaías aspiraba a una vida de desapego y sencillez.
Toda su literatura está impregnada de fuerte connotación utópica:
“El lobo habitará con el cordero,
el puma se acostará junto al cabrito,
el ternero comerá al lado del león
y un niño pequeño los cuidará.
La vaca y el oso pastarán en compañía,
y sus crías reposarán juntas, pues el león también comerá pasto, igual que el buey.
El niño de pecho pisará el hoy de la víbora,
y sobre la cueva de la culebra el pequeñuelo colocará su mano” .
.Todo el mensaje de Isaías está concentrado en esta afirmación: “El fruto de la justicia será la paz” .
Es inútil desear la paz sin erradicar antes las causas que producen conflictos,
violencia
y guerra.
Por eso mismo, él se mofaba de los idólatras, que adoraban objetos hechos por manos humanas,
y de los que se creían profundamente religiosos pero sin conceder libertad a los oprimidos:
“¿No saben cuál es el ayuno que me agrada?
Romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo,
dejar libres a los oprimidos,
romper toda clase de yugo,
y compartir la comida con quien pasa hambre” .
Isaías es un caso raro de alguien que convivió con el poder,
Isaías es un caso raro de alguien que convivió con el poder,
pero que nunca abandonó su compromiso con los más oprimidos.
Frei Betto.
Fraile dominico, asesor de pastoral y escritor.
De La Jornada de México.
Especial para Página/12. Traducción de J. I. Burguet.
Frei Betto.
Fraile dominico, asesor de pastoral y escritor.
De La Jornada de México.
Especial para Página/12. Traducción de J. I. Burguet.
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