Rescatar la memoria.

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21/4/17

Guernica en Picasso.Por Mario Goloboff.

El magnífico, perturbador, conmovedor Guernica, de Pablo Picasso, nació de la cabeza y la mano del artista como fruto espontáneo de su reacción emocional ante las circunstancias; el acontecimiento terrible que lo signa fue la destrucción de la población vasca de Guernica por bombarderos alemanes el 26 de abril de 1937. Aunque sus raíces no están solo en la insoslayable realidad: lo que ahora se llama “el tiempo de Guernica” tiene antecedentes en la obra y el tiempo del pintor. Picasso era ya un artista comprometido, militante inclusive de la causa republicana (en septiembre de 1936 fue nombrado director del Museo del Prado); en materia estética, no obstante, funcionaba a contramano de los dogmas imperantes: el de un arte proletario, afirmado en la resolución del Partido Comunista de la URSS del año 1925, y el del realismo socialista, consagrado por Andrei Zhdanov en el Primer Congreso de Escritores Soviéticos de 1934. Tal vez por ello Guernica sea, para el famoso disidente español Fernando Claudín (“La revolución pictórica de nuestro tiempo”), una personal síntesis del cubismo y de un vigoroso expresionismo que arrancaría en Van Gogh.
“Ningún período (de Picasso) es un período cerrado; ninguno está limitado a un estilo único”, afirma Herbert Read. El pintor acababa de cumplir una serie predominantemente escultórica, de construcciones en metal que se orientaban progresivamente hacia las cabezas en bronce (1928-1933), había pasado por una etapa de arquetipos monumentales y, entre 1932 y 1934, retomado la actividad escultórica y también plasmado una serie de grandes telas de mujeres en estilo curvilíneo. Asimismo, quizás entre los antecedentes internos más importantes, estaba emprendiendo los grabados de la Minotauromaquia, de 1935. Para entonces, hacía más de treinta años que Picasso vivía y trabajaba en París. Invitado por el Gobierno de la Segunda República para contribuir con alguna obra importante al Pabellón español que debía inaugurarse en la primavera de 1937 en la Exposición Internacional de las Artes y las Técnicas en la Vida Moderna, en París, atravesaba, además de una crisis amorosa, una concreta de producción pictórica, ya que recientemente había estado más entregado a la escritura. Su último trabajo era un largo poema, “Sueño y mentira de Franco”, que iría acompañado por dieciocho aguafuertes. Fragmentos de ese texto están también y pueden rastrearse en las raíces de Guernica: “... gritos de niños gritos de mujeres gritos de pájaros gritos de flores gritos de maderas y de piedras...”.
Un lunes de mercado, cuando los campesinos de los aledaños habían bajado a la pequeña villa, alrededor de las 17 horas y luego de un primer vuelo de inspección, los aviones de la Legión Cóndor arrojaron sobre ella 1300 kilos de bombas. Con la persecución aérea posterior, vuelos rasantes y bombas incendiarias que cayeron durante varias horas, murieron cerca de mil seiscientas cincuenta personas y otras novecientas resultaron heridas. Durante muchos años se siguió polemizando si las directivas del operativo habían emanado del franquismo, del “Generalísimo” directamente o de sus feroces mandos o si, por su propia cuenta, de los nazis, pero es hoy incontestable la participación de estos en un sentido muy activo. En los juicios de Núremberg, el entonces ex mariscal de la Luftwaffe, Hermann Goering, declaró: “La guerra civil española dio una oportunidad de poner a prueba a mi joven fuerza aérea, así como para que mis hombres adquirieran experiencia”. El 1° de mayo, en tanto en París las manifestaciones por el Día del Trabajo reunían multitudes, Picasso realizaba los primeros bocetos de lo que iba a ser una de sus obras cumbre. Toros, caballos y mujeres aparecen como las figuras de la tragedia, arrastrados por una fuerza que los lleva de derecha a izquierda, movidos por la tierra en llamas. Picasso trabajó febrilmente y dio por terminado el cuadro el 4 de junio de 1937. 
Después de la clausura de la Exposición Internacional, la obra, propiedad del gobierno español, viajó por Europa y Estados Unidos, hasta que los conservadores del MoMA (The Museum of Modern Art), de Nueva York, aconsejaron en 1958 que, por su integridad, no siguiera circulando. En 1970 el propio Picasso escribió al MoMA, disponiendo que el cuadro fuera devuelto “cuando en España se restablezcan las libertades públicas”. Luego de su muerte, el Congreso de Estados Unidos aprobó la entrega del cuadro al gobierno de España.
 Amplio óleo sobre lienzo, de tres y medio metros de alto por casi ocho de ancho, y desde 1995 fuera ya de la urna en la que se exhibía desde su llegada a España, el cuadro forma hoy parte privilegiada de la colección permanente del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en el que hay además cuatro salas dedicadas a “El contexto de Guernica”. Plagada de simbolismos, sobre cuya interpretación más o menos lineal él fue el primero en alertar y prevenir, la muestra ofrece, entre otras particularidades, las huellas de su génesis, ya que pueden apreciarse los valiosos trabajos preparatorios: estudios en lápiz sobre papel, estudios para el caballo, madre con niño muerto en escalera, numerosas cabezas de hombre clamando y de mujer llorando (algunas de ellas, coloreadas), representaciones simbólicas del Minotauro, bocetos y dibujos antecedentes, e innumerables “postscriptos” (hasta septiembre de 1937), no todos incluidos en lo que es el cuadro final, lo que exhibe un verdadero laboratorio de la trabajosa gestación del “Guernica”.
Como bien señaló en época de revisiones ideológicas el filósofo Roger Garaudy (Hacia un realismo sin fronteras), “el dibujo o la pintura de Picasso no nos remiten a un concepto escondido detrás del cuadro o abstractamente elaborado en un personaje híbrido cuya cabeza fuese la de un filósofo con sus conceptos y cuya mano la de un pintor que desenvuelve el haz de líneas y colores para significar una idea. // En Picasso los significados se despliegan sobre el plano de la tela y el pensamiento no es anterior ni superior; el significado está íntimamente unido al trazo y a la pincelada”. 
A ochenta años de su realización y de los acontecimientos que dolorosamente le dieron origen, éstos se han ido desdibujando para las nuevas generaciones por el paso del tiempo y por la acumulación de atrocidades que desde entonces vinieron sumando los poderosos de la tierra. Aunque, sin duda, Guernica contribuye a tenerlas más presentes. Acaso porque, como sostiene Karel Kosik, en su trabajo “El arte y el equivalente social”, en Dialéctica de lo concreto, el arte no sólo refleja el mundo, también lo crea: “Un templo griego, una catedral medieval, o un palacio renacentista, expresan la realidad, pero a la vez crean esa realidad. Pero no crean sólamente la realidad antigua, medieval o renacentista; no sólo son elementos constructivos de la realidad correspondiente, sino que crean como perfectas obras artísticas una realidad que sobrevive al mundo histórico de la Antigüedad, del Medioevo y del Renacimiento.
 En esa supervivencia se revela el carácter específico de su realidad”.
 El mismo Picasso afirmaba, tiempo antes de su realización, que él practicaba “un arte que se ocupa ante todo de las formas, y cuando una forma es realizada, ella está ahí para vivir su propia vida”. También por eso, Guernica mantiene su potencia estética y su permanente actualidad.
 * Escritor, docente universitario.
Fuente : Página /12.
Date: 21 de abril de 2017.

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