Rescatar la memoria.

Rescatar la memoria.

7/10/14

"Mineros astures. " Octubre rojo"- González Tuñón.

"Dolores lbárruri nos puso al tanto 
de hechos relacionados 
con el heroísmo y el martirio 
de los mineros asturianos."
González Tuñón
 Pasamos en Madrid casi todo el año 1935. Allí, un día, nos presentaron a Dolores lbárruri, dirigente de Pro Infancia, entidad encargada de organizar la ayuda a los huérfanos de los mineros masacrados por las tropas moras y el Tercio Extranjero, por los “galápagos de pellejo duro que no se ruborizan”. Ella nos puso al tanto de algunos hechos que habíamos conocido a través de cables escuetos y detalles de otros que ignorábamos, relacionados con el heroísmo y el martirio de los mineros asturianos.
Tocado a fondo por la magnitud de aquel drama me lancé a la aventura de reflejarlo a mi manera. (En Buenos Aires, al enterarme de lo sucedido a Aída Lafuente, ya había escrito un poema en su homenaje, además del titulado “El tren blindado de Mieres”.) Simultáneamente, creo interesante señalar esto, compuse muchos de los poemas de Todos bailan. Primeros poemas de Juancito Caminador. (Para algunos de los testimonios líricos de La rosa blindada utilizamos la forma del romance clásico, resucitándolo, no a la manera de la magnifica instrumentación y el apasionante clima del Romancero gitano, de García Lorca, sino dándole un contenido actual, entonces candente, alternando con composiciones de otra índole y teniendo en cuenta la definición que del romance hiciera Menéndez Pidal: “Una vieja poesía heroica que cantaba hazañas históricas o legendarias para informar de ellas al pueblo.” Un año más tarde, en la línea modestamente precursora de nuestro libro, fueron publicándose en El mono azul, singular periódico dirigido por Rafael Alberti, los trabajos que luego formaron el Romancero de la Guerra Civil Española.)

Por esos días Amparo Mom y yo éramos parroquianos de la peña de la Cervecería de Correos, presidida por el incomparable Federico García Lorca. Allí concurrían varios poetas: León Felipe, Manolo Altolaguirre, Emilio Prados, César Arconada, Miguel Hernández, Concha Méndez, Arturo Serrano Plaja, Enrique Azcoaga, Pablo Neruda, cónsul de Chile en Madrid, y a veces Pedro Salinas y Gerardo Diego. Integraban el notable grupo varios pintores: Miguel Prieto, Maruja Mallo, el chileno Isaías Cabezón, la argentina Delia del Carril, el arquitecto Luis Lacasa, el cineasta Eduardo Ugarte, el músico chileno Acario Cotapos y otros amigos no intelectuales. (Algunos de ellos fueron devorados más tarde por el exilio o la muerte; vivíamos las vísperas terribles.)
En setiembre de aquel memorable año y pese a la policía y la censura del “Bienio negro”, León Felipe organizó un acto en el Ateneo de Madrid y ahí leímos la mayoría de los poemas de la primera parte de nuestro libro -los inspirados por la insurrección minera-, el cual apareció meses después en Buenos Aires editado por la Federación Gráfica Bonaerense, que esta cosa que hoy suena rara fue posible…

Y allí estaba entre el público, precisamente, el querido Pablo Neruda. Digamos que Miguel Hernández nos había oído discutir con él, cierta vez. Pablo era decididamente antifascista, claro está, y simpatizó profundamente con los mineros astures y los obreros madrileños durante aquellos días de “Octubre rojo”. Sonreía cuando yo le insté a reflejar en algún poema esos sentimientos. (En su revista puramente lírica Caballo Verde publicó, sin embargo, mis versos a los 9 Negros de Scottsboro.) Estaba encerrado en el clima ciertamente cautivante de su Residencia en la tierra, obra que, técnicamente, en plenitud, y luego de grandes aciertos parciales, creemos que no ha superado el notable poeta, quien hoy se repite, envuelto en las redes de reiteradas retóricas. Pero, poeta y hombre auténtico, si Asturias estaba lejos y él necesitaba ser testigo directo, el Cuartel de la Montaña quedaba a poca distancia de su “Casa de las flores” y una mañana de Julio del 36 vio a los milicianos marchar al asalto de aquella fortaleza y abatirla. Fue cuando escribió el primer poema distinto, “Canto a las madres de los milicianos muertos”. Y como nosotros habíamos blindado la rosa, él “blindó el viento” (”…como una cortina de viento blindado”).
Raúl González Tuñón


Recuerdo de Manuel Tuñón
Era un obrero del bronce
aquel que en Mieres nació.
Fuese a América con barba
pero allá se la quitó.


Tenía yo nueve años
cuando un día me llevó
por entre los sobresaltos
de una manifestación.


Solía beber vino en bota
como ahora lo hago yo
Un día dejó la fábrica
y al otro día murió.


Por la Antigua Casa Snokel
pienso cuando paso yo
¡pena grande que no viva
mi abuelo Manuel Tuñón!


Pena grande que no viva
para verla como yo
a Asturias en pie de sangre
para la revolución.

Raúl González Tuñón

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